del 25 de abril al 13 de mayo de 2013
Museo del Humor
del 27 de abril al 7 de julio de 2013Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori
del 13 de julio al 11 de agosto de 2013Para ser más precisos, la sátira política y social había tomado forma en la Inglaterra del siglo XVIII con los grabados de Hogarth y Gillray. Pero tanto uno como el otro producían hojas sueltas o colecciones encarpetadas en el mejor de los casos. Estos trabajos, que en el caso de Gillray satirizaban frecuentemente a Francia y Napoleón Bonaparte, fueron sin duda el germen de lo que surgió luego en Francia, pero fue sólo allí que se convirtió en un elemento periodístico al aparecer en publicaciones diarias como La Caricature y Le Charivari. Y este nuevo género, el del periodista/humorista, fue el que se extendió luego por el resto de Europa, regresando a Inglaterra para dar lugar a la revista Punch (subtitulada “el Charivari londinense”) y luego al resto del mundo, incluyendo la Argentina, dado que las primeras publicaciones satíricas aparecidas en nuestras tierras fueron encaradas precisamente por franceses como Meyer y Stein.
Y también fue en Francia donde los humoristas gráficos comenzaron a tener problemas con los poderes de turno, enfrentando procesos judiciales, censuras y hasta prisión por herir el orgullo de algún líder. Fue por entonces que se comenzó a temer por el poder de influencia de un dibujo. Se sabe a ciencia cierta que los diarios propiamente dichos eran para los que sabían leer y que las caricaturas a página entera de grandes como Daumier o Grandville, exhibidas en la vidriera de la imprenta de Phillipon, eran entendibles por todos, y de hecho las multitudes se agolpaban para admirarlas. Pero también es cierto que los suscriptores de “Le Charivari” eran simpatizantes ideológicos, así que el poder de conversión de esas imágenes es discutible.
Todos los humoristas gráficos le debemos algo al impulso que le dieron los franceses al género hacia 1830. Hoy es otro el mundo, otros son los chistes, otras las tecnologías para difundir nuestros trabajos. Pero la lucha que se inició entonces por expresar un pensamiento crítico e independiente continúa aún hoy en todo el mundo. Phillipon fue a juicio por dibujar al rey Luis Felipe como una pera (símbolo de un “plomazo”) y llegó a pasar varios meses en la cárcel. Eso no lo detuvo: al no poder dibujarlo más, las cubiertas del Charivari aparecían con el texto armado en forma de otra pera. Nosotros no tenemos peras, tenemos nuestros propios símbolos, pero también recurrimos a ellos para, siguiendo el ejemplo de Phillipon, hacer lo que nos obliga el oficio que elegimos: darle a los lectores nuestra visión de una verdad mucho más grande. Aunque a alguien no le gusten las peras.
Alfredo Sábat
Buenos Aires, marzo 2013