Museo Hermitage (Parte II)

Por Pixel


"La sospecha más frecuente de un niño en un museo:
¿y esto es de verdad o de mentira?"
Jorge Wagensberg

¡Al fin dentro!

Atravesamos la puerta principal del museo casi a la una del mediodía. El hall principal estaba repleto de gente. Haciendo otra fila para pasar los molinetes y acceder a los salones de exposición vimos los carteles que prohibían la entrada con mochilas, abrigos, paraguas, comida, líquidos, etc. Asique volvimos sobre nuestros pasos hacia los guardarropa (que son gratuitos). En el camino de vuelta a los molinetes conseguimos mapas del museo (en español!!!), y después de pasar por el detector de metales (están en absolutamente todos lados en Rusia: aeropuertos, shoppings, estaciones de metro y tren, hasta en el supermercado) y leer un poco de la historia del museo y su construcción en unas pantallas táctiles en el hall, empezó nuestro recorrido.
El museo está organizado en orden ascendente, es decir, a medida que se sube, encontramos obras cada vez más actuales. Nosotros empezamos por el Antiguo Egipto (salones marcados en naranja claro en el mapa). Miles de piezas de esa época se exponen en enormes vitrinas. Piedras con jeroglíficos tallados, estatuas, esfinges, joyas, vajilla diaria y de ceremonial, hasta momias en perfecto estado de conservación. Fue bastante dificil fotografiar esta última porque justo llegó un contigente oriental y es muy conocida (hasta motivo de bromas) la afición que tienen a sacar muchísimas fotos.
Seguimos por los salones de cultura gregorromana, reemplazando las estatuas de cleoplatra por las de Júpiter y Afrodita, y la piedra caliza pintada por el blanco mármol. Acá también pudimos ver enorme cantidad de esculturas y objetos de uso diario de la gente de la época.
Nos dimos cuenta que estabamos demorando demaciado en cada sala porque eran las 2.30 de la tarde y no habíamos terminado de ver la plata baja (faltaba las antiguedades seberianas, Asía central, el cáucaso y oriente antiguo). Asique desidimos apurar un poco el paso, pero después de comer algo. Si bien habíamos previsto el almuerzo preparando sandwichs, agua y algo de fruta, no conocíamos la prohibición de entrar con comida. Nos habían comentado que había lugares para comer adentro del museo y simplemente asumimos que ibamos a poder almorzar lo que llevaramos. Pero, paradójicamente, el pinacoteca cuenta con tres o cuatro cafeterías que ofrecen todo tipo de comidas al paso, reconozco que para nada costosas.
Después del frugal almuerzo, pasamos directamente a los dos pisos superior. Hay varios accesos, pero la escalinata principal es la más utilizada porque muestra todo el esplendor y el lujo de la época imperial. Alfombra roja, paredes blancas decoradas con figuras en relieve, apliques dorados y espejos, es uno de los puntos más elegidos para sacar LA foto, por lo que hay que esquivar fotografos y modelos para evitar salir en las tomas.

Planta principal y segundo piso


Entre miles de cuadros de toda Europa, gobelinos, exposición de vestimental y habitaciones imperiales se destacan los dos Da Vinci que hay en el Museo: el Benois Madonna y el Litta Madonna. Ambos representan a la Virgen María sosteniendo en sus brazos al niño Jesús. La gran fama de su autor hace que para verlo de cerca haya que hacer cola delante del cuadro, sin poder salvarte de los empujones (y estamos en un museo!!). Pero tanto vale la pena que hice la cola dos veces.
En la segunda y última planta se exponen las obras que más familiares nos resultaron. En su mayoría del siglo XIX-XX francés, se pueden apreciar las creaciones del fundador del imprecionismo, Claude Monet, así como de sus seguidores, Renoir, Sisley, Pizarro y Degas. También pueden verse obras de los postimpresionistas, Cezanne, el famoso Van Gogh y las hermosas imágenes de nativos taitianos de Paul Gaguin. El gran ausente fue Matisse, había carteles explicativos de porque no estaban expuestas sus obras, pero no llegué a entender si los estaban restaurando o los cambiaron de lugar.
El Hermitage posee unas de las grandes colecciones del gran maestro del siglo XX, Pablo Picazzo, con más de 30 esculturas, cerámicas y cuadros del artistas español más representativo del cubismo.
Paradójicamente, las salas más contemporáneas son las que menos visitantes atrajo ese día, probablemente por el calor o por lo avanzado de la tarde, nos quedaban 30 minutos hasta la hora de cierre a las 18hs.

Finalizando la visita...

Recorrimos muy rápido lo que nos quedaba de la plata superior: Bizancio, cercano y lejano oriente; y dimos por finalizada la visita a la pinacoteca catalina. Bajando las escaleras hacia la planta baja, encontramos a un vendedor de los clásicos libros con poco texto y grandes imágenes de las ciudades turísticas. Y después de recorrer todos los piso durante el día, resultó este el más económico, asique compramos uno de San Petersburgo ( me está ayudando mucho a la hora de recordar y poder escribir ).
Recuperada la mochila del guardarropas, dejamos atrás las puertas del museo para encaminarnos al hotel. Luego de casi cinco horas de recorrer salas en las que se exponen las obras de grandiosos artistas así como los objetos que usaron personas hace miles de años, estabamos cansados pero felices. Más que recomendable la visita a este Museo para los que vayan a esta ciudad.
Esa noche cenamos lo que teníamos preparado para el almuerzo, y después de ver una película (a medias en mi caso) nos dormimos pensado todo lo que nos quedaba de recorrer en nuestro último día en San Petersburgo.
Visita virtual al Museo Hermitage:
http://www.hermitagemuseum.org/html_En/08/hm88_0.html