Recuerdo que la primera vez que fui, o me llevaron, era pequeña. Hacía años que no volvía, pero en mi recuerdo se había quedado un lugar muy especial que, aun siendo niña, no me había parecido “un rollo de museo”, típico en esas edades, al contrario, me encantó. Es un lugar al que merece la pena acercarse, jardines, cuadros, mobiliario, una vivienda que te transporta a otra época en la que vivió este pintor costumbrista y de sociedad.
Los horarios del museo y la información acerca de los precios de entradas y demás los podéis encontrar en su página oficial .
La casa fue construida a principios del s.XX, el pintor compró un solar y encargó la construcción del pequeño palacete en cuyo diseño él tuvo una participación activa.
La planta baja de la misma estaba destinada a su trabajo. Dos de las salas actualmente son para exposición de su obra, y la tercera mantiene la imagen de su estudio, lleno de luz, de cuadros, de un mobiliario altamente llamativo, caballetes, los espejos… realmente impresionante. No perdáis detalle de toda esta primera planta, el estudio, escalera, salón y comedor.
La planta superior, era la que estaba dedicada a la vida familiar, y en la actualidad se mantiene diáfana para exponer la obra del pintor en sus diferentes etapas.
Joaquín Sorolla, nacido en Valencia, era hijo de un fotógrafo. Probablemente esto marcaría mucho su futuro, porque de jovencito ayudaba a su progenitor, coloreando las imágenes que tomaba. Dicen que de esta experiencia puede que tenga mucho que ver algunas de sus obras que parecen escenas tomadas de una fotografía, no porque sean hiperrealistas, él era impresionista, sino por el ojo con el que eran tomadas. Principalmente, era un pintor social, su obra refleja situaciones de sociedad y familiares del momento, así como retratos. Generalmente pasaba los inviernos en Madrid, y los veranos en las playas valencianas. Siempre mostraba su anhelo hacia al mar y así lo reflejan sus obras.
Dicen que cuando pintaba en interiores era mucho más minucioso y detallista y en los exteriores, que era lo que más le gustaba, sobre todo a las horas centrales del día, cuando la luz era más dura, los trazos eran más largos y rápidos.
Durante su vida viajó largas temporadas, París y Roma fueron dos ciudades que tuvieron influencias en su forma de plasmar las imágenes, luz, color… llegando a exponer hasta en Nueva York. Su fama se fue expandiendo.
Este pintor costumbrista además fue nombrado hijo predilecto de Valencia, Académico y profesor en la Escuela de Bellas Artes de Madrid.
De todos sus viajes, además de la gran fama que fue adquiriendo para nosotros, han quedado retazos de las cartas que escribía a su mujer desde la distancia, con la que tuvo tres hijos. En ellas el artista describía sus sentimientos, sensaciones, emociones, dejándonos plasmado, con ello, pinceladas de la vida social del momento. Falleció a los 60 años, tras haber sufrido una hemiplejia, en Cercedilla, donde tenía una casa.
A nosotros nos ha encantado la visita a esta Casa-Museo, es un lugar lleno de encanto, que te transporta. Un museo un tanto diferente a lo que uno acostumbra a imaginar. Los cuadros de Sorolla expuestos nos han encantado, esos trazos y esa manera de plasmar su realidad, de captar la luz, de dar textura. Os aconsejamos que los miréis de cerca y luego os vayáis alejando porque donde al principio solo ves una pincelada, casi un borrón, según te alejas ves una ventana abierta a una escena maravillosa.
Pasear por Madrid puede dar mucho juego. Muchas veces, vas a lugares concretos, con lo cual, dejas muchas cosas pasar, otras veces eliges zonas que albergan atracciones turísticas y te centras en ellas, y otras muchas veces simplemente vas enfrascado en una conversación en la que te ambienta el ruido de la ciudad, pasando desapercibido casi todo lo que hay a tu alrededor (esto principalmente nos ocurre a los que vivimos aquí). Pero luego están esos paseos en los que pasas por una calle por infinitésima vez y de golpe te fijas en cosas que nunca antes habías advertido, detalles en las fachadas, callecitas pequeñas, escaparates, letreros… Muchas veces, entre árboles descubres algunas fachadas de viviendas aristócratas, palacetes que te hacen preguntarte quién viviría allí, por qué se construyeron, en qué momento...
Algo así os puede pasar si paseáis por la calle General Martínez Campos, donde se encuentra la Casa Museo del Pintor Joaquin Sorolla y su jardín escondido en la ciudad de Madrid.
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