Por Maximiliano Diomedi
Conductor de Patologías culturales, músico y poeta
COIFFEUR: HOLOGRAMA CON MOVIMIENTO
"El momento, la acción, el movimiento. ¿A vos qué te parece? ¿qué pensás al respecto?". (Qué mala suerte, 2006).
La aparición de Coiffeur en 2005 trajo una frescura celebrada en esos primeros años del siglo XXI. Llegó del oeste con una voz urgente que, envuelta en susurros, desafiaba con cantar "al oído", pero al rato nomás era alzada para contar historias de caras sonrojadas, purpurinas en el armario, besos en el placard, siestas abrazados y sentimientos difíciles de expresar. Esa grabación austera fue el primer paso en la búsqueda por dejar constancia de un mundo propio que incluía conceptos, palabras y sonidos que lo sacarían del lugar común del músico de "postura macha", como cantaba Moris. Las suyas, en el fondo, quizás también fueran, en palabras de Gabo Ferro, canciones que un hombre no debía cantar. Coiffeur percibió que estaba empezando "una nueva era para salir a caminar buscando el sol" y decidió intervenir a fondo.
Vamos a lo formal: estamos hablando de Primer corte, su disco debut, una propuesta construida sobre ritmos acelerados (a excepción de la hermosísima "Rocío") comandados por la guitarra criolla y su voz. Sin darnos cuenta ya pasaron diez años de aquel descubrimiento y es notable el aura especial que conserva. Es, también, una muestra en miniatura del potencial musical que pululaba en el oeste del Gran Buenos Aires y que Coiffeur puso a dialogar en sus canciones. Guillermo Beresñak fue su productor, Aldo Benitez su coequiper en la composición de "Buenos recuerdos" y Juan Ignacio Serrano (Juanito el Cantor pocos meses después) el único invitado para tocar el acordeón en ese mismo track. Ellos cuatro son los nombres detrás del disco y hoy, quien más quien menos, pisan fuerte en el firmamento de la música argentina.
Un año después, en 2006, aparece No es, con producción de Mariano Manza Esaín; una apuesta por sacar a la canción de la guitarra criolla y abrirla a las sonoridades de guitarras eléctricas, pianos, cuerdas, trompeta, batería y hasta flauta traversa.
Si en Primer corte la voz de Guillermo Alonso crujía y su toque recordaba a Leo García (un faro, quizás, y uno de los primeros en agarrar una guitarra criolla y castigarla como si sus rasguidos fuesen hachazos, espíritu de Tanguito mediante, combinando eso con una interpretación desbocada y la ambigüedad en letras como "Morrissey"), en No es Coiffeur incorpora el galope. El ejemplo es "Qué mala suerte", la cancion comandada por su mano derecha donde queda explicitado cuál es el meollo de su búsqueda artística: "Sigo buscando la voz/ que me hable de vos de nuevas maneras". Sigue abocado a captar el aroma de la época, a profundizar en aquellas formas poéticas iniciadas un año antes sin nunca olvidar (¿sin nunca olvidar?) que el arte se trata también de dejar "entrever". Con este disco se volvió un experto en eso, un holograma en movimiento.
El paso siguiente fue El Tonel de las Danaides, un disco desconcertante, enigmático y aún por descubrir, al menos para mí.
Cuando aparece el EP Nada (2012) resurge nuevamente la pregunta por la voz, que a esta altura es la pregunta por el rumbo. Lo de Coiffeur nunca fueron las certezas sino, más bien, las dudas, los interrogantes filosóficos, la idea de ir por lo imposible (¿lo inútil?) trabajando con la materia sonora. En "Mientras tanto" aparece la confusión y canta: "No es tan claro decidir/ hacia qué lugar ir/ reafirmar o preguntárselo de nuevo". Y sigue: "Las palabras desgastadas/ que en un momento fueron claves/ ya no dicen demasiado en nuestro presente". Algo cambió rotundamente y ahora acude a nuestro encuentro "vuelto experimento", distinto, con un sonido que prescinde de las guitarras y se zambulle en los teclados y las maquinas que invitan a bailar (con "movimientos torpes").
Vuelvo a su primer corte. "No me lo digas/ ya lo sé", canta en "Al oído", la canción con la que inaugura su discografía. Si bien estaba todo sobreentendido (aquello que dejó entrever) aún había algo que pareciera no poder gritarse a viva voz y por eso, en esa canción, cierra el episodio diciendo "Salgamos a bailar", que es como decir dejemos que hablen los cuerpos. Es notorio cómo esa frase, varios años después, será clave para entender el giro que dará su música, que se verá totalmente copada por sintetizadores y programaciones al servicio del baile. Basta ver un concierto suyo para apreciar que su cuerpo en escena está predispuesto al movimiento. Ese giro aparece en la tapa de su último disco Conquista de lo inútil (2013), cita homenaje a Werner Herzog, donde por primera vez se lo ve a él, de cuerpo entero, haciendo una pirueta en el aire. Quizá la pregunta ahora consista en pensar qué puede un cuerpo llevado de la mano de la música. Quizá la respuesta esté anidando en su último disco y en las canciones por venir.
[Foto de Coiffeur por Gianni Bellone]