Por Martín Zariello
Escritor, editor del blog Il corvino
Pity Álvarez terminó de incrustarse en nuestro corazón cuando todavía en Viejas Locas sentenció “Homero”, su preciosa balada sobre la clase trabajadora argentina, con un epitafio premonitorio y fatal: “Pocos son los que van a zafar”. El verso arrojaba la conclusión de toda una década y se adelantaba involuntariamente a Cromañón, el final simbólico y doloroso de la generación chabona a cuyas filas Pity había pertenecido como uno de sus más ilustres representantes.
Si bien en sus últimos dos discos Viejas Locas abrió el juego hacia algunos ritmos que eludían los mandatos sagrados del rock stone, la expansión artística que pretendía Pity recién se vio correspondida con el nacimiento de Intoxicados. Sin el conocimiento ni la sofisticación de otros grandes autores vernáculos, Pity pasó de nivel a través de su admirable curiosidad y extendió la frontera de sus limitaciones incursionando en los géneros mestizos del post punk: al rock cuadrado de su antigua banda, le agregó reggae, funk, hard rock, punk, hip hop, electrónica conurbana, baladas de puro rock nacional y ritmos norteños. No es casualidad entonces que en sus canciones se mencionen tantos géneros: “me gusta el reggae cuando quiero dejar bien claro mi mensaje”; “él es James Brown, el rey del funk”; “chicos intoxicados por el rock and roll”. Aunque más que el molde genérico, lo que siempre atrajo de Pity fue cierta habilidad para idear letras en el borde mismo de la brutalidad y la ternura haciendo de una pequeña gama de recursos un mundo propio y reconocible en el que cabían perros, porros y Carl Sagan.
Si ¡¡Buen día!! (2001) sorprendió con algunos atisbos de renovación, No es sólo rock 'n’ roll, ya desde el título, parecía contestarle al hit anterior “¿Quieren rock?” y establecer una postura levemente provocativa con los fans históricos de Viejas Locas. El sendero luminoso del disco iba de la viñeta urbana de “Una vela” (un hallazgo rapero, en el que Pity fraseaba sobre imágenes de auténtico realismo sucio) a “Felicidad depresión”, homenaje y choreo inesperado al Pink Floyd de Dark side of the moon.
Otro día en el Planeta Tierra (2005) encuentra a la banda más afianzada (es destacado el aporte del guitarrista Felipe Barrozo) y confirma el espíritu del disco anterior, en el que definitivamente el “rocanrol” estereotipado deja lugar a la música. Si “Se fue al cielo” (2001) enlazaba a Pity con el estilo calamaresco que a principios de los 2000 caló hondo en las FM, en “Fuego” (un tema que podría haber formado parte de Honestidad brutal) el propio Salmón da el visto bueno, iniciando una red de conexiones con el rock nacional de corte más canónico, que incluyó elogios de Cerati y Spinetta y una relación bizarra con Charly García. El resto del disco estaba a la altura. El reggae jujeño en “Niña de Tilcara”, el funky desgarrado de “Una señal” y la suciedad rockera, entre Pappo y AC/DC, de “Las cosas que no se tocan” sostenían a una banda en crecimiento que desorientaba a sus propios seguidores y cooptaba a extraños y desconocidos: hubo un momento en que no importaba si eras indie, chabón o tecno, a todos nos gustaba Intoxicados. Mientras tanto en “Nunca quise”, un hit radial que encontró su pathos en la declaración de amor visceral, Pity cantaba “Somos indios latinos con guitarra eléctrica comunicados a través de Internet” y simplemente parecía estar sacándole la ficha a la subjetividad de los viejos 2000.
El exilio de las especies (2008), último disco de la banda, encuentra a Pity en un momento complicado: a su conocida adicción a la pasta base se añade una repentina transformación en personaje mediático de consumo masivo. Eso sí era estar en el horno. Y se nota. Salvo algunos casos puntuales (“Quién soy”, “Comandante”) poco hay en el disco de aquellas hermosas e ingeniosas canciones de Otro día en el Planeta Tierra. Sonidos incidentales, canciones erráticas que apuntan a un desarrollo conceptual indeterminado y un discurso místico-biológico que empieza por causar gracia y termina por espantar hacen que El exilio de las especies sea un final que Intoxicados no se merecía. Es que ya lo había dicho el querido Pity, “pocos son los que van a zafar”, y él, por el momento, no fue la excepción.