Música en ítaca (10)

Por Ada

ERIC BURDON

“Es marzo de 1992, y los carteles anuncian el concierto de Eric Burdon en Puente la Reina, pueblo navarro de unos dos mil quinientos habitantes. Para convencerme de que no es una broma del surrealismo local, acudo a la cita.

No sé con qué ardid consigo entrar en la discoteca antes que ésta se abra al público. Recorro la sala, un sitio idóneo para almacenar productos agrícolas y aperos de heavy metal. Aquí está Burdon, como un labrador que, indolentemente acodado en la ventana, espera la caída de una fina lluvia de espectadores sobre su tierra derhythm’n’blues cultivada durante más de treinta años. Paso diez minutos en silencio junto al hombre pequeño y fuerte.

(…)

Por fin Eric empuña el micrófono, y me pregunto cómo van a sonar sus canciones entre los regüeldos de los bebedores de cerveza. La duda se disipa tras el primer tema y no regresa en toda la velada. Contra las deficiencias del recinto, sobre una escueta base rítmica, la voz sube y sube. Nunca he visto a lo rudimentario ceder tan rápidamente ante la calidad. Burdon envejece, pero no el buen gusto, y, porque no necesita inventarse tragedias, dice con distinción su desgarro. Este detalle lo emparenta con los bluesmen primitivos: canta sin dolor comercial. El grito de Eric Burdon no es artificioso, sino que sale de la mina donde trabajaban sus antepasados.

A media noche, cansado, de despide con sobriedad.

Me parece el músico más elegante del barrio de los pobres”.

FRANCISCO JAVIER IRAZOKI

(Fragmentos del libro La nota rota; Hiperión, 2009)