Músicas y estados de ánimo

Por Siempreenmedio @Siempreblog

26 octubre 2014 por cristosu

No soporto a Leonard Cohen. Vaya por delante que no lo conozco, ni quiero, porque me imagino que tener al lado a un señor así tiene que dejarte sin energía. Sé que esto a muchos les estará levantando los pies del suelo y que me considerarán una ignorante pero a mí no me gusta nada su música. Me deprime, me da ganas de hacer un hoyo en el suelo y enterrar la cabeza, me quita las ganas de vivir.

Desde que era una cría mi primer movimiento del día siempre fue encender la radio desde la cama. Si por casualidad escuchaba a Leonard Cohen ya tenía mal humor para rato. Pensaba que el día empezaba mal y que a partir de ahí sólo podría empeorar. Nunca me gustó la melancolía, me apaga.

El primer disco que tuve fue A Kind of Magic, de Queen, un disco luminoso. Tuve que reunir no sé cuánto tiempo para poder comprarlo a medias con mi hermano Rober, que era muy de Supertramp pero que se dejó convencer por hacerme el favor. El segundo disco fue un regalo de mi hermano Juampe, el primero de Mecano. Lo tenía apalancado en su casa y me lo cedió amablemente, supongo que no lo ponía nunca.

Y por no dejarme atrás a ningún hermano, tengo que decir que Francis me llevó al primer concierto de mi vida: Mecano, también, en la plaza de Toros. Tenía 12 años, creo, y él accedió a llevarme. Recuerdo aquello como una de las mejores experiencias de mi vida. Me compró pipas y chocolatinas en el carrito de enfrente y estuvo a mi lado todo el concierto, haciendo como que disfrutaba igual que yo, que me derretía escuchando por primera vez música en directo.

Muchas cosas en mi vida pasan con música de por medio y así como no olvido mi primer concierto, todavía floto sobre el piso cuando recuerdo el último. Esther Ovejero y la Big Band de Canarias tocaron hace unos meses en el Teatro Guimerá. Desde las primeras notas supe que aquella iba a ser una gran noche.

La Big Band tocó de maravilla pero Esther Ovejero se me descubrió como una de esas cantantes enormes, a la altura de cualquier diva del jazz, incuestionable. Si tienen oportunidad, no duden en ir a verla. Saldrán livianos, como una hojita, emocionados y felices. Eso me pasó a mí, lo mismo que Leonard Cohen me aplasta.