Ni voy a pasear por la alfombra roja, ni llevo un bolso de piel marrón, para nada, no hablo de Penélope Cruz ni de la Penélope de Serrat, ninguna de las dos son de mi estilo, cada una por lo suyo.
Estoy mutando en la Penélope de Homero, que yo cuando muto no muto en cualquier cosa. Os resumo la historia. Resulta que era la mujer de Ulises (Odiseo) que era el rey de Ítaca. El marido se fue a la guerra y lo dieron por muerto. Claro a la muchacha le salieron pretendientes a puñados, era viuda, rica y con título (como la Duquesa de Alba pero a lo griego y más joven). Pero ella no quería, seguía esperando que volviera el marido (se ve que estaba buenorro, que tanta guerra es lo que tiene). Total que dijo que no se casaba hasta que no terminara de tejer una mortaja (era tétrica la chiquilla) para su suegro, cosas de los antiguos. Y ella lo que hacía era tejer de día y destejer de noche para no acabarla nunca. Ulises volvió y Penélope se ha convertido en un símbolo de la fidelidad y la esperanza. La pobre.
Sean Bean. Ulises en la película Troya (2004). A este si lo esperaría…
Una vez que os he puesto en antecedentes sigo con el tema de la mutación.
Que en invierno me gusta tejer, hacer punto, calcetar, como quiera que lo llaméis. El caso es que ando liada con mis labores, que si un jersey de bebé, que si un cuello, que si una bufanda. Siempre cosas que pueda acabar pronto porque una labor interminable se me hace muy pesada y la acabo dejando.
Hago cosas monas, perdón por la inmodestia, y siempre hago cosas para los demás porque es más bonito regalar las cosas que haces, no sé da como más satisfacción.
Total que voy a lo de la mutación, el caso es que me pongo a tricotar y como me niego a ponerme gafas de cerca porque no me da la real gana acabo al final de la tarde (bueno del ratito porque una tarde entera sentada no aguanto) dándome cuenta que he hecho algo mal.
Y a destejer por la noche. Soy Penélope (por favor, no me llaméis Pene en plan familiar que vivo en Cádiz y hay mucha guasa).
El resultado es que tardo una semana en hacer una bufanda para un niño, que es algo que en media hora debería estar listo.
Llego a dos conclusiones:
1.- Tengo que ir al oculista YA (esta es la más lógica, no nos engañemos).
2.- Sigo esperando a Ulises. Conclusión errónea. Esos tíos tan buenorros no existen y si los hay llegan de la guerra con alguna enfermedad venérea, que ya que están allí aprovechan.
Total, que voy al oculista y se acabó Penélope.
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