Es triste tener que comenzar este comentario aludiendo a la progresiva y preocupante mala educación del público que además resulta proporcional a la calidad del evento, pues cada vez son más los ruidos provocados que ni siquiera intentan "disimular": no ya carraspeos sino toses atronadoras capaces de tapar un pianísimo, programas utilizados de abanicos, papeles de caramelos, caídas de ¿sombrillas? ¿bastones? e incluso portazos en medio del concierto, pues no sólo de teléfonos encendidos se nutren nuestros auditorios y salas de concierto. Naturalmente la cartelera era de lleno hasta la bandera, como el día anterior en Madrid ("tempestad infinita"), pero el cabreo me ha impedido disfrutar un poco más y sentir nuevamente vergüenza ajena. No estaría mal recuperar aquella campaña televisiva en blanco y negro de "Piense en los demás".
Algunos me llamarán masoquista pero reincidiré en la Catedral de León, tal vez la acústica me haga descubrir lo que el maestro burgalés (15-03-1954) busca en La Sexta.