“La Curiosidad mato al gato, pero al creativo lo salvo"
Descuajeringando mentes para volverlas a cuajeringar, algo muy singular y al mismo tiempo tan importante como respirar, ya que para sobrevivir a este cosmopolito mundo, donde se corre a mil por hora y no se perdona las pausas, es necesario descuajeringarnos de vez en cuando. Por si acaso “cuajeringando” no quiere decir algo malo, por el contrario es algo bueno, quizás tan bueno como cuando el chavo del ocho hablaba de sus churruminos. Es que el creativo del siglo 21 tiene que actuar diferente al que actuó ayer, al que actuó en el año pasado, al que actuó el siglo pasado.
Para el público culto, cuajeringando puede entenderse como volver a repensar con otras perspectivas una cosa o circunstancia, volver a observar dicho momento con una visión nueva, con una mente abierta, o más fuerte aún, no dejándose impulsar por los propios prejuicios, miedos o creencias que limitan cuando se lo analiza. Esta observación se basa en la CURIOSIDAD, y es que curioseando se puede encontrar nuevas herramientas o perspectivas que ayuden al creativo a responder profesionalmente a los requerimientos que el cliente puede pedir. Las presiones que a diario recibimos por hacer ahora lo que el cliente solicitó ayer y más lo que necesitará pasado mañana (obviamente sus necesidades satisfechas no serán las mismas todo el tiempo) hacen que profesionales y/o técnicos busquen ser más innovadores para sobrevivir en el mercado y llevar el sustento que justifique mínimo la cena caliente en sus casas.
Me acuerdo que de niños nuestro actuar y pensar era más libre, no veías a las criaturas sentadas y aburridas pensando en cómo salvar “la crisis económica mundial” simplemente jugábamos abiertamente usando la imaginación y con simples insumos creábamos nuestros castillos, nuestros mundos libres de vergüenza y sin roche a equivocarnos. Y si el niño se equivocaba lloraba o se desahogaba pero volvía a intentar, volvía a jugar y volvía a saborear intensamente el juego. Sin embargo cuando ya crecemos (al madurar) el adulto se condiciona a las normas de la sociedad que lo acoge (muchas veces se deja influenciar por juicios e ideas que no son relevantes) y deja de lado (arrinconado o al olvido) a su NIÑO INTERIOR que es precisamente el espíritu curioso que con su creatividad encuentra soluciones vivas. El tenerlo presente en uno mismo no necesariamente implica inmadurez, yo creo que nuestro niño interior es el azúcar que le da sabor a nuestra vida de adulto, y con su sonrisa da color a los momentos críticos que nos rodean.
Estoy seguro que si le preguntas a una niño/a que cuajeringue o descuajeringue un invento, se reirá y en un dos por tres te dará soluciones prácticas a problemas que quizás a ti te demoren más tiempo en solucionar.