Una vez llegada a Kingswear, después de recorrer los poco más de 10 kilómetros desde Paignton en el maravilloso tren de vapor, me esperaba el ferry para cruzar el río Dart y dejarme en la estación de Dartmouth, el pueblo a la otra ribera que constituye el final del trayecto de este particular viaje en el tiempo.
He dicho estación porque así la denominan, aunque debe ser la única en el mundo que jamás ha recibido un tren porque no tiene siquiera vías. De hecho, hoy día es un restaurante la mar de popular junto al embarcadero del ferry.
El crucero ha durado algo más de 5 minutos, ciertamente demasiado corto; apetecería quedarse mucho más para regalarse con la agradable brisa y las vistas: Kingswear alejándose mientras las bonitas casas de Dartmouth se van acercando cada vez más, el estuario del Dart, las embarcaciones de todos los colores posibles o el edificio del Britannia Royal Naval College a lo lejos.
El puerto de Dartmouth siempre ha tenido gran importancia estratégica como puerto para navíos de la armada: fue el hogar de la Marina Real británica (Royal Navy) durante el reinado de Eduardo III (Edward III); desde aquí se enviaron muchas naves a formar parte de la flota inglesa para luchar contra la armada española (la sarcásticamente llamada «armada invencible» por los ingleses), y uno de los buques insignia de la susodicha acabó en el puerto de Dartmouth tras ser capturado.
Dartmouth fue atacado y saqueado en dos ocasiones durante la guerra de los Cien Años, tras la cual la boca del estuario se cerraba cada noche mediante una gran cadena. La estrecha boca del Dart está protegida por dos castillos fortificados, el castillo de Dartmouth y el de Kingswear, lleno de pueblos pintorescos, playas inexploradas y el magnífico parque nacional de Dartmoor (Dartmoor National Park).
Entre las sinuosas calles de la época isabelina se suceden tiendas independientes, galerías de arte, talleres de artesanía y un bullicioso mercado. Dartmouth hace gala de su buena cocina ofreciendo restaurantes, bistrós, bares y acogedoras cafeterías en los que degustar marisco y pescado frescos.
Las calles —casi todas empinadas—, sus casas color pastel, el centro dominado por edificios medievales ven llegar a los turistas prácticamente durante todo el año. Además, la Royal Regatta se celebra aquí todos los años.
Mis lugares preferidos os los voy a listar seguidamente. Fue donde pasé más tiempo, donde —en algunos casos— me senté a escribir o a tomarme el tentempié que había comprado nada más bajar del ferry, allí donde querría haberme quedado muchas más horas.
El edificio se construyó en 1828/9 sobre tierra ganada a las aguas de un viejo molino hidráulico gracias a los comisionados de mejoras de Dartmouth, nombrados tras la aprobación de una ley parlamentaria en 1815
Se dice que el hotel está encantado porque una vieja diligencia se para ante la puerta principal a recoger a pasajeros fantasma durante la noche. La historia relacionada con este fenómeno paranormal es que los monarcas Guillermo III y María II (William and Mary) tenían que alojarse en el hotel en 1688, pero una tormenta impidió que el rey pudiera llegar hasta Dartmouth; la reina, sin embargo, llegó al hotel en una diligencia a las 2 de la madrugada y desde ese momento hasta el día de hoy, el carruaje empezó a hacer su aparición paranormal a la puerta del hotel. Junto a los ruidos del látigo y al relinchar del caballo, un reloj invisible tañe dos veces en la calle trasera del hotel una vez el carruaje ha partido.
Muchas de las amantes de Carlos II (Charles II) se alojaron en el hotel, también Eduardo VII (Edward VII), el actor Cary Grant y la escritora Agatha Christie, que solía pasar temporadas en hoteles de la zona para retirarse a escribir. De hecho, utilizó el Royal Castle en su historia «The Regatta Mystery» («Misterio en las regatas»), que forma parte del libro de relatos titulado Problem at Pollensa Bay and Other Stories (en español, el libro que contiene el relato es Problema en Pollensa) con el nombre The Royal George. Además, el hotel fue lugar de rodaje de la película de 1984 «Culpable de inocencia», adaptación de la novela Ordeal by Innocence, que la reina del crimen publicó en 1958
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Tomé el último ferry que podía enlazar con el tren de vapor para volver, primero a Kingswear y luego a la estación de Paignton. Subió más gente de la que me había encontrado a la ida; supongo que todos, como yo, intentaron aprovechar hasta el último minuto.
Termino el post con esta grabación del cambio de sentido de la locomotora. Como siempre, tuvo un montón de público.
Información práctica sobre el viaje en tren de vapor:
→ Este recorrido lleva por nombre “Steam Train and Ferry”; existen otros, también muy interesantes y que engloban otros pueblos e incluso un pequeño crucero por el Dart (más información aquí)
→ El billete puede comprarse a través de la página web o bien directamente en la estación de Paignton (yo lo hice así); como mucho, puede pasar que no encuentres asiento en el horario que quisieras, pero solo es cuestión de esperar el próximo tren
→ El precio por persona es de 17,50 libras; los niños (de 3 a 15 años) pagan 10,50 libras (incluye el viaje en tren ida y vuelta más el ferry ida y vuelta)
→ Al comprar el billete, te darán los horarios del ferry para que elijas; si compras el billete por Internet, allí están también los horarios. De todas formas, el señor del ferry es muy amable, y puedes preguntarle cuál es el último (o el próximo) que puedes tomar en cuanto te subas para ir de Kingswear a Dartmouth
→ Dartmouth, como todos los pueblos ingleses, está preparadísimo en cuanto a comida para llevar, ya sea en restaurantes, cafeterías o bien en supermercados (una buena opción si no quieres gastar tanto y aprovechar el tiempo para pasear; venden comida caliente bien empaquetada)
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