Por segunda vez en poco tiempo, he 'celebrado' mi cumpleaños acudiendo a un entierro. La primera vez no fue agradable, claro está, pero esta ha sido bastante duro. Demasiado. Sobre todo porque era algo que ya había vivido este año. Decir adiós al padre de una amiga, estar ahí, intentar consolar y sentirse impotente. Probablemente hoy he recibido el 'feliz cumpleaños' más triste de mi vida, porque lo decía alguien envuelto en lágrimas, alguien a quien quiero mucho, aunque durante años la vida nos llevara por caminos diferentes. Pero los recuerdos ahí están y siempre, para siempre, estarán.
Así que hoy estoy especialmente emocionada. Y agradezco especialmente las llamadas, los mensajes y las felicitaciones en general. Porque estamos aquí. Estoy. Y eso ya es bastante motivo para celebrar. El día ha amanecido y continuado gris y lluvioso y lo he comenzado hablando del trabajo y de la vida en general. Me han dicho cosas bonitas, que viene bien oír, más que nada porque, habitualmente, el refuerzo positivo brilla por su ausencia. He comprobado que hay personas que nunca cambian, aunque eso las lleve al desastre más absoluto, y he visto confirmados modelos de conducta que no me gustan un pelo. Veo, observo, analizo y actúo, en la medida de las posibilidades y de lo que es conveniente en cada momento. Comprendo que nada es eterno y que las, supuestas, malas noticias pueden ser el inicio de algo bueno.
Y es que lo mejor de cumplir años es esto. Madurar y aprender a ponerse el chubasquero.
Gracias...