Respira, segunda película como directora de la actriz Mélanie Laurent viene avalada por su selección en el Queer Palm de Cannes y su reciente participación en la novedosa sección Convergencias del Festival de Gijón, donde fue una de las elegidas por la página Cinemaadhoc para su debut en España. Lejos de acomodarse en un cine sin pretensiones, Laurent salta al vacío y se lo pone difícil a sí misma con una historia de amistad entre dos adolescentes que tomará diversos e inesperados rumbos.
Respira comienza como una historia de amor/amistad, una historia de conocimiento entre dos adolescentes que nunca tienen a sus padres como referente de absolutamente nada. Por otra parte, en el instituto las chicas se amoldan a las dinámicas propias del entorno: Sarah es una recién llegada y conquista a todos con su carisma y unas historias de viajes exóticos y niñez nómada; en cambio, Charlie vive con timidez su adolescencia, no sin ciertas dosis de comportamiento pasivo-agresivo. El choque entre las dos chicas hace a Respira transitar diversos géneros que van desde el romanticismo a ciertos toques de thriller, pasando por el drama y tocando tangencialmente el terror de estirpe polanskiana. Es ese continuo estado mutante de Respira el que la convierte en una joya muy a tener en cuenta: Laurent domina los diferentes tonos de la propuesta sin que se le vaya nunca de las manos y sin que parezca estar cambiando de película cada quince minutos (se me viene a la cabeza Hungry hearts de Saverio Costanzo que proponía un similar maridaje de géneros con resultados algo menos positivos a pesar de lo curioso de la misma).
Gran parte del éxito de Respira se encuentra en las magníficas composiciones de Joséphine Japy y Lou De Laâge, que se contagian del carácter cambiante del guión de Mélanie Laurent y Julien Lambroschini, con enorme soltura y evitando cualquier desagradable afectación. También sobresale la presentación de una serie de dinámicas sociales que van desde las deficientes relación de padres e hijas, a las conflictivas pero sutiles tensiones propias de un instituto. Este componente social sirve de mar de fondo, que Laurent no coloca en primer plano pero que está presente en todo momento dando a Respira más entidad de la que parece tener.
La historia de Charlie y Sarah nos sirve así para poner a la directora Mélanie Laurent en un punto de mira que la eleva por encima de la nómina de actrices pasadas a directoras. Esta sorprendente Respira la convierte en una realizadora a tener en cuenta, capaz de asumir riesgos y salir airosa de ellos. Le seguiremos la pista.