My sweet baby James

Por Calvodemora


Quizá lo único que queramos sea algo en lo que creer para dormir tranquilos. A veces se pone levantisca la entrevela hasta que se concilia el sueño. Una vez que hemos perdido la vigilia, uno pierde el gobierno de sí mismo. Siempre pensé que los sueños son un país aparte en donde nos vemos los que soñamos. Como un universo alternativo ocupado por quienes vivimos a este lado. Y tal vez sea esa la razón por la que se regresa del sueño en blanco. Se tienen impresiones, se registran colores, se posee una noción precaria de la realidad en la que hemos estado, pero no hay certezas. Es mejor que no las haya. Alguien me dijo el otro día que solo soñaba en la siesta. No de noche. Mi orgullosa condición de soñador no siempre se vuelca en mi orgullosa condición de atento obrero de la vigilia. No tengo como quisiera recursos para extraer de una asuntos que me interesa volcar en la otra. Del sueño a lo vivido y viceversa. Pienso en Origen, la estupenda cinta de Christopher Nolan, en la literatura que se adensa en los sueños y que se extiende después en el texto. Pienso en mujeres y en vasos de cerveza. Una canción de James Taylor escuchada hace un instante en uno de esos coches que se te cruzan y te invaden de flamenquito o de trash o de acid house o de cualquier infamia acústica. Pienso en el dulce arrullo del verano trayendo blondas de luz a mi sensible alma. A ver qué sueño esta siesta. Si con trenes descarrilando vagones de algodón dulce. La realidad es insuficiente. Hace falta ser Walter Bishop. Un Walter alternativo. Mi amado Walternativo. Ustedes ya saben.