Chapuza. Es la única palabra que me venía a la mente al salir ayer del Teatro Liceo. Una chapuza en toda regla. El experimento de Teatro-Danza de los franceses Black Blanc Beur fue el primero que consiguió unificar la opinión de los asistentes al espectáculo, sin que el que suscribe estas líneas fuera capaz de encontrar a un solo espectador satisfecho.
A un clic continúa la crítica de Héctor Toledo del espectáculo del pasado martes en el FÀCYL de Salamanca.
Y es que “My Tati Freeze” pretendía ser muchas cosas y se quedó en ninguna. Para empezar pretendía ser danza mezclada con break-dance. Pero en el reparto había bailarinas con una clara formación en danza que se quedaban muy cortas a la hora de hacer break; y bailarinas de break que aparentemente no tenían nada claro en qué consistía eso de la danza. Y para colmo, todas se empeñaban en intentar “actuar” cuando ninguna de ellas era actriz. El resultado fue un montón de gente tratando de hacer cosas que no sabía hacer y dando una imagen verdaderamente mala ante un público que tras 7 ediciones de festival, es muy exigente.
Parecía un espectáculo de escuela, una suerte de pantomima mal hecha, tanto por los planteamientos como por los conceptos. Y ahí es donde a mi entender estuvo el segundo gran error. Pretendían contar historias, transmitir ideas muy concretas. Igual alguien me crucifica por decirlo, pero la danza no sirve para eso. No cuenta con los códigos y el público no cuenta con el entendimiento para lograr construir un discurso coherente. La danza puede transmitir sensaciones, emociones, quizá alguna idea. Pero tratar, de hacer, como trataron, un mitin sobre feminismo, acaba resultando irremediablemente en una pantomima grotesca y vergonzosa. Y menudo mitin. Feminismo de salón en estado puro. No faltó ninguno de los tópicos. Estuvo la comida, la moda, el burka, el casamiento… Una colección de tópicos más propia de unos adolescentes de instituto que están empezando a encontrar su compromiso social que de una compañía a la que se le supone un lugar muy elevado en el panorama artístico mundial.
Una iluminación simple y sin nada especial, un uso del espacio bastante aburrido, y una música que parece haber sido compuesta eligiendo al azar efectos de sonido de cualquier biblioteca online por algún DJ que piensa que cuanto más mezclado esté, más moderno parece.
En definitiva, un desastre de manual que más nos valdría habernos ahorrado, en el que si había algo salvable eran pequeños destellos técnicos de algunas de las bailarinas. Pero el conjunto estaba tan mal planteado y dirigido que borraba cualquier otro acierto. Al final, fríos aplausos, rechinar de dientes, y esperar que sólo haya sido un tropezón en mitad de un recorrido que hasta ahora venía siendo muy bueno.