El cuarto acto se titula "El ídolo caído" y va precedido, como todos los actos, de una cita del profeta Jeremías, en este caso: "Baal está confuso, todos sus ídolos han caído en pedazos".
La acción transcurre, al igual que el segundo acto, en los aposentos del palacio de Nabucodonosor. Todo este fragmento va precedido de un preludio que repasa algunos de los temas que ya han aparecido anteriormente y que tienen alguna relación con el personaje de Nabucco. Le sigue un recitativo: "Son pur queste mie membra!...". El que fuera rey de Babilonia despierta agitado tras un profundo sopor, estaba soñando que era perseguido en un bosque. Da unas palmadas y reclama su espada para proseguir con su obsesiva guerra contra Judea, todavía está en estado de shock, delirada. Se oyen unas voces lejanas que pronuncian el nombre de Fenena. Nabucco se asoma al balcón y ve a su hija junto a los guerreros de Babilonia. La sorpresa llega cuando repara en los detalles: lleva las manos atadas y está llorando, mientras tanto sueña una marcha fúnebre, ahora las voces, que hasta entonces sólo había pronunciado su nombre, reclaman la muerte de la joven heredera. Nabucco intenta salir en defensa de su hija pero se encuentra con que las puertas de los aposentos están cerradas, es prisionero de Abigaille. La impotencia le hace invocar al Dios de los hebreos y pedir perdón.
La plegaria posterior a la solicitud de perdón es una de las arias más famosas de la ópera, "Dio di Giuda!...". Lo que hace Nabucodonosor en ese momento es negociar, una especie de chantaje a Jehová: "¡Volverán a levantarse el altar y el templo!... ¡Libérame y aboliré mis ritos!". Se trata de una conversión, pero no incondicional, Jehová debe salvar a su hija. El aria tiene una pequeña introducción confiada a la flauta y los violonchelos y estructuralmente no es muy audaz, sin embargo no está al alcance de cualquier barítono, tiene que estar constantemente moviéndose en el centro y agudo de su tesitura y mantener un a linea cantabile de impoluto legato que sea capaz de mostrar la nobleza del personaje. No es el león tan fiero como lo pintan o la letra, con sangre, entra, a fueza de darse golpes contra la pared el fiero guerrero ha reaccionado . Nabuccodonosor muestra aquí su lado más humano.
El que fuera rey se dirige a una puerta para ver si se ha operado el milagro, pero no, sigue cerrada. Abdallo y un grupo de guerreros que todavía le son fieles acuden en su ayuda, están dispuestos a reconquistar el trono de Babilonia, Abdallo le ofrece su espada, en un primer momento parece que Nabucodonosor sólo quiere salvar a su hija, poco le interesa ya el trono (yo pienso que aquí Solera se hizo la picha un lío). De pronto todo cambia, el rey parece que ha recuperado la razón y está dispuesto a recobrar el cetro real, comienza a gestarse el milagro. Momento de la cabaletta que es de lo más convencional que podamos imaginar.
Cambiamos de escena, volvemos a los jardines colgantes, retomamos la marcha fúnebre (el momento para ajusticiar a los prisioneros hebreos parece que se acerca), allí se encuentra el Gran Sacerdote de Baal. Van entrando los prisioneros hebreos, entre ellos Fenena. La hija de Nabucodonosor - que ha abrazado la fe hebrea- está dispuesta a afrontar la muerte, cuenta con el apoyo espiritual de Zaccaria, ya se ve convertida en espíritu ascendiendo al cielo. EL aria "Oh dischiuso è il firmamento!" es la única ocasión que tiene la intérprete de Fenena para el lucimiento en solitario. Es breve y sencilla, lo que contribuye a redondear su perfil psicológico.
Se oyen voces lejanas vitoreando a Nabucco, seguidamente aparece éste con la espada bañada en sangre acompañado por aquellos guerreros que le son fieles y ordena derribar la imagen de Baal, que cae hecha en mil pedazos. El nuevo Nabucco quiere la libertad del pueblo hebreo y está dispuesto a reconstruir el templo de Jerusalén. Esto se resuelve en un arioso.
Se arrodillan todos y entonan una alabanza a Jehová en un coro a cappella en el que intervienen también los solistas, un canto litúrgico en estado puro.
Cuando finalizan la oración aparece Abigaille moribunda, ¿pero qué ha pasado? ¿qué invento es esto? ¿está pidiendo perdón a Fenena?. Efectivamente, eso es lo que pasa. Otra más que se ha convertido al judaísmo. Entre súplicas a Jehová finalmente muere. Abigaille pone el broche de oro a la ópera con un aria bellísima que deja de lado los abruptos saltos interválicos a los que nos había acostumbrado en sus anteriores itnervenciones, lamentablemente la intérprete de la grabación que seguimos la destroza pero qué se le va a hacer, tiene otras virtudes. El acompañamiento instrumental es delicadísimo. La ópera termina con Zaccaria reconociendo a Nabucodonosor como rey de los reyes.
Gracias a los que llegaron hasta aquí, si es que llegaron. Espero que os haya gustado, yo he disfrutado mucho haciéndolo.
¿Os voy a dejar así? ¿Con ese mal sabor de boca? Por supuesto que no, vamos a escuchar la muerte de Abigaille por Renata Scotto, tampoco es la intérprete ideal pero no hay mucho donde escoger con calidad de sonido aceptable, con Scotto al menos aseguramos expresividad y buena línea de canto, al final escucharéis a un Ghiaurov que es un pálido reflejo de lo que llegó a ser unos años antes: