Con Nabucco se despide la temporada 2014-2015 de la Sala Principal del Palau de les Arts (Narciso, de D. Scarlatti, está programada en la Sala Martín i Soler). Nabucco es una ópera disfrazada de oratorio, pero una ópera al fin y al cabo, con su escenografía, su vestuario y su movimiento escénico, el título más popular del primer Verdi, quien con ella traspasó la escena operística de su época convirtiéndose en un símbolo de las reivindicaciones patrióticas italianas, sobre todo a través del coro "Va pensiero". Una ópera que no está entre las que más me gustan del compositor -porque hay mucha competencia, qué duda cabe-- y que yo encuentro deslavazada, a pesar de que hay una serie de melodías que se van repitiendo una y otra vez a lo largo de toda la obra y que es cierto que la dotan de cierta continuidad; sin embargo, gusta al gran público; la muestra es que las entradas para todas las representaciones programadas se están vendiendo muy bien (a principio de temporada no me lo hubiera imaginado). Es también una ópera que tiene al menos tres o cuatro números que pueden figurar con todo el derecho del mundo en cualquier antología verdiana (Va pensiero, Ben io t'invenni, Dio di Giuda...). Tiene momentos melódicos o contrastes dinámicos que te pueden hacer pensar en otras posteriores del mismo Verdi: Rigoletto, La traviata o en Don Carlos, por ejemplo, también recuerda a personajes de óperas posteriores como el paralelismo que se puede trazar entre Amneris y Abigaille o las eternas relaciones paterno-filiales que tanto gustaban al compositor y a las que tanto partido supo sacar.
La producción que se ha presentado en el Palau de les Arts proviene de la Ópera Estatal de Baviera y está realizada por Yannis Kokkos, un director de escena francés de origen griego que tiene una dilatada y brillante trayectoria, desde los años sesenta como escenógrafo, y a partir de fianles de los ochenta como director de escena . Kokkos se ha encargado no sólo de la dirección, también es artífice del decorado y vestuario. A mí me ha encantado, por su pureza de lineas y su dinámica. A primera vista es muy sencilla; sin embargo, todo está más pensado de lo que parece, sin querer con ello epatar al espectador. Incardinada en la corriente minimalista (que en algunos casos comienza a parecer caduca) cuenta con pocos elementos: líneas rectas y predominio de los colores color rojo y azul junto a tonalidades doradas o plateadas. Mención especial hay que hacer de la iluminación de Michel Bauer, que juega un papel fundamental no solo desde un punto de vista estético sino también dramático. La acción no está ubicada en un momento temporal concreto, conjugando elementos que pueden recordar a la Antigüedad, al siglo XX o incluso a un futuro de ciencia ficción. Me parece que es la solución idónea para una ópera como Nabucco, en la que si te descuidas puedes caer en el efecto casposo del cartón-piedra por intentar situar la acción en el momento temporal que se representa o en la imposibilidad de que las escenas religiosas puedan quedar bien integradas puesto que pueden resultar anacrónicas, si decides optar por la actualización temporal .
Importantísima es la participación del coro, especialmente el que representa al pueblo hebreo, que se erige en uno de los protagonistas principales de la acción y por eso hablaré de él en primer lugar. No cabe duda de que el Coro de la Generalitat Valenciana es uno de los tesoros del Palau de les Arts y con Nabucco tiene una ocasión de lucimiento como pocas, no defrauda, en momentos como Va pensiero, dirigido con tiempo ligero por Luissotti, da muestras de su estupenda sonoridad, limpidez en las texturas y perfecto empaste. Afortunadamente se contrataron refuerzos para compensar el balance entre voces graves y agudas, de otra forma hubiera sido imposible ofrecer esta ópera al público de Les Arts. ¿No habrá llegado el momento de que los dirigentes del Palau decidan incrementar la plantilla del Coro de la Generalitat?.
Nabucco no es un papel que presente muchas dificultades vocales pero sí requiere que el intérprete sea un buen fraseador, sea dinámico y tenga vis escénica. Dimitri Platanias cumplió a medias, su voz es muy atractiva, a su interpretación quizás le falte un poco de vida, es posible que los problemas vengan más de la parte escénica, es un auténtico marmolillo, no tiene movilidad alguna.
La soprano Anna Pirozzi, una total desconocida para muchos de nosotros, se encargó de interpretar el terrible papel de Abigaille, cumplió sobradamente con las exigencias vocales del personaje: potencia, dominio de la coloratura y seguridad en los saltos interválicos. Desde el punto de vista dramático supo reflejar la fiera que la esclava babilónica lleva dentro a la vez que conmover y ser dulce en la escena final a pesar de no poseer un timbre caracterizado por su seducción. Fue una de las triunfadoras de la noche. Tengo dudas de que su recorrido vaya más allá de Nabucco, hubo un momento, concretamente en el final del dúo con Nabucco, en el que su agudo fue más un grito que otra cosa, pero también fue capaz de ofrecernos regulaciones de intensidad de cantante de primer nivel. No soy adivino, me gustaría verla en otros roles como podría ser Leonora en Il tovatore. En todo caso se agradece encontrarse con voces de este tipo.
El personaje de Abigaille tiene fama de ser imposible de cantar, pero el de Zaccaria no le va a la zaga, es uno de los papeles más complicados del repertorio verdiano para bajo. Serguéi Artamonov, de timbre cálido y proyección suficiente, no exhibió la flexibilidad que exige la partitura, pero si lo hubiera hecho estaríamos ante un fuera de serie, bastante hizo con cumplir, le faltó mayor solemnidad vocal para resultar convincente como la máxima autoridad religiosa de los hebreos.
Brian Jadge me descolocó como Ismaele, vaya timbre más irregular, el color le está cambiando constantemente y su vibrato es excesivo, su línea de canto tampoco es muy depurada; sin embargo, cuando se ocultaba en el conjunto, como en algún momento del trío del primer acto era capaz de dar el pego porque el sonido que se escuchaba era grato al oído. El problema que presenta este papel es que no puede encomendarse a una premerísima figura porque ni siquiera posee un aria, a la vez que requiere de una voz fresca, viril y un intérprete que sea buen fraseador y no se le puede encomendar a cualqueira. Un personaje ideal para cantantes que puedan considerarse promesas.
Siempre he tenido la impresión de que Fenena sería mejor servicio por voces más ligeras que Abigaille para dotar de mayor credibilidad a un personaje más puro y de mayor integridad moral que el de su perversa hermana . A Verdi no le pareció así o no pudo contar con la intérprete adecuada en el estreno. Pienso que la segunda hipótesis es la más factible, de hecho Verdi llegó a modificar la parte para que fuera cantada por una soprano, en todo caso lo habitual es que se encomiende a una mezzo. Sólo tiene una intervención en solitario, es corta y poco exigente vocalmente. Varduhi Abrahamyan cumplió sobradamente con las exigencias del personaje.
Abdallo y Anna no poseen intervenciones importantes, fueron correctamente cantados por David Fruci y Hyehyung Choi. Mayor protagonismo tiene el Sumo sacerdote de Baal, que fue interpretado por Shi Zhong.y que exhibió unos recursos algo limitados.
La Orquesta de la Comunitat Valenciana pudo brillar gracias a la maestría con la que dirigió Nicola Luissotti, no dejó que la tensión decayera en ningún momento y controló el volumen en todo momento, algo que si no se hace en una ópera como Nabucco puede resultar catastrófico, por lo menos desde mi butaca se escucharon las voces de todos los cantantes y no aprecié en ningún momento que alguno de ellos fuera tapado por la masa orquestal, algo que en Les Arts suele pasar más veces de la cuenta.
El balance final no puede ser más positivo, estupenda escena, la más redonda de la temporada, homogeneidad en los intérpretes, excelentes prestaciones del coro y orquesta y fantástica dirección musical hicieron que disfrutara como un enano de una ópera que no está entre mis preferidas..
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