Hoy me gustaría hablar de los hijos, de lo que va siendo la procreación en la época de los romanos, teniendo en cuenta que cada vez se oye más por la calle aquello de: “Sobran viejos y faltan críos”.
Para empezar, dejar claro que la vida de un romano medio era de aproximadamente 40 años para un hombre libre y 30 para un esclavo, eso siendo optimistas. Motivos para esa esperanza de vida había muchos, a saber: - Estamos hablando de una época donde la medicina no había avanzado demasiado. Además, los matasanos estaban muy mal vistos en esa época, ya lo decía Plinio el Viejo, que Roma era “Sine medicis…nec tamen sine medicina” es decir “Saludable sin médicos, pero no sin medicina”. Se sabe que la medicina romana estaba basada en la griega, y teniendo en cuenta lo mucho que se lo pensaban los griegos para hacer las cosas, que a todo tenían que verle el lado filosófico, no estaban como para realizar dobles “baypasses” de urgencia.- Por otro lado, Roma era una tierra de conquistadores, se sabe que en la mayoría de las familias de la urbe romana al menos un miembro había participado de forma activa o pasiva, en alguna de las numerosas guerras que se libraban cada año. Que si ahora se nos alborotan los germanos, que si parece que los egipcios asoman la cabecilla, que si tenemos a los galos revolucionados, un no parar, vamos. El caso es que muchos romanos sanos morían en el campo de batalla, y teniendo en cuenta que la franja de edad permitida era de entre 16 años y 20, pues ustedes me dirán…- Roma como ciudad en si, era bastante violenta. Había muchos alborotos de toda índole, eran un pueblo guerrero y bastante orgulloso. Además se sufría asiduamente de hambruna, así que se provocaban carnicerías frecuentemente.- Livia la esposa de Augusto, vivió 86 años (mala hierba nunca muere). ¡Imagínense a cuanta gente se cargó durante ese tiempo.
El último punto es una pequeña broma que he querido incluir, aunque yo no la descartaría del todo…
Una vez aclarado esto, llega el momento de abordar el tema del “churumbeleo”.
Uno de los pilares en los que se sustentaba la sociedad romana era la familia. Se sabe que en la época de Augusto, el propio emperador realizó charlas y reuniones con los solteros nobles de la ciudad, echándoles la bronca por preferir tener relaciones con prostitutas y esclavas antes de buscarse una mujer y formar una familia. De la misma forma, premió generosamente a todos aquellos hombres que sí estaban casados, y que, como buenos romanos, devolvían a Roma lo que Roma les había dado a ellos: soldados que protegieran sus hogares.
Aun así, no hay que confundirse, porque no todos los hijos valían. Me explico. El parto se realizaba generalmente en casa, con ayuda de una partera y de los dioses del hogar, entre los que se encontraba Juno, diosa de los partos. Cuando el bebé nacía, y si la madre seguía respirando (cosa que no siempre ocurría) la partera dejaba el niño en el suelo y se llamaba al padre. El padre como figura principal de la familia, el “pater familias”, miraba al niño como desde arriba, en un plano picado, y si le parecía que lo tenía todo en su sitio, lo levantaba y lo cogía en brazos. Eso significaba que lo aceptaba como hijo suyo, y ya después realizaban las tareas de limpieza y tal. Por otro lado, si al padre no le gustaba el hijo, por lo que fuera (deformidades físicas, por sospechar que no era hijo suyo, etc) simplemente mandaba que lo sacaran de su casa y lo dejaran en la puerta, para que, si le interesaba a alguien, se lo llevara. Hay que tener en cuenta que un ciudadano romano antes era hijo del Estado que hijo de su padre y de su madre, así que generalmente había más rechazos de hembras que de varones (menuda novedad).
Una vez el bebé era acogido se celebraban las típicas ceremonias que a los romanos les encantaban, para purificar al niño, y para que los dioses le echaran un ojo de vez en cuando, y se les daba un nombre (praenomen), de los que ya hablé en mi post “¿Cómo decías que te llamabas?. También se le ofrecía al recién nacido un colgante en forma de bolsita o cajita que contenía dentro un amuleto para el mal de ojo llamado “bulla”. Los niños y las niñas llevaban la “bulla” al cuello hasta que alcanzaban la mayoría de edad, momento en el que se la ofrecían a Hércules o a Juno, respectivamente.
Prometo seguir con el tema de la familia romana en breve pero ahora...¿Pero que hacen ahí sentados todavía? ¿No se han enterado que estamos en crisis? ¡Hagan el favor de ponerse a procrear por el bien del Estado!