Nacho Umbert y La compañía: Ay...

Publicado el 08 marzo 2010 por Enriqueortiz
Sigo con este acercamiento a uno de los discos más espectacularmente bellos de este año: Ay... de Nacho Umbert y La compañía, editado por Acuarela y que acaba de salir a la venta.
Umbert formó parte de un grupo que no he escuchado, pero que tengo en el disparadero gracias a Viola Tricolor: Paperhouse, que sólo editó un disco, Adiós, en el año 1996.
Por tanto, son 14 años en silencio. Me gustan los grupos, los escritores, los poetas, que sólo publican cuando tienen algo que decir, cuando se alejan de la inercia de un mercado que te obliga a estar ahí y tener que entregar algo nuevo cada cierto tiempo. Ya contaba Juan Benet que su ventaja, como ingeniero y no depender de la literatura para vivir, era que no tenía que entregar una novela cada año. Eso es importante.
Y regresa Nacho Umbert con una formación de lujo, La compañía, y con un productor lujosísimo, Raül Fernández, Refree (una formación muy querida por mí: enlace) y con mucho, muchísimo que contar.
Ay..., de hecho, son 10 cuentos cortos, diez pinceladas, diez historias contadas sencillamente, repletas de huecos por donde se cuela una música quue sugiere, avanza y retrocede, se te va colando y, cuando quieres darte cuenta, se te ha metido hasta dentro, te ha empapado como una lluvia fina que, lejos de darte frío, te humede la piel, te empapa, te nutre, te da vida.
Cien hombres ni uno más es espectacular, hermosísima. Cuenta la historia de un pueblo marinero, a través de Sebastián. Como dice Juan Cervera en el último Rockdelux, habla de hombres quemados, putas, contrabadistas, pijas, calamares y turistas, con una naturalidad asombrosa. La he subido en vídeo, con unas imágenes de Bruno Mercier, que encontré en el blog Cosecha del 66.
Colorete y quitasueño es la crónica de un viaje de ida y vuelta, la del que, en la noche, se transforma a través del disfraz y la pintura para vivir una vida. El arranque, seco, a través de unos versos radicales y exactos (Niño marica / solían llamarte las ratas del pueblo./ Mierda de infancia / esquivando pedradas, paletos, animales.) se diluye en el desarrollo del tema, repleto de colorido y repetición de estribillo como un baile en el que uno girara una y otra vez. La dejo en audio (también puede oírse en Myspace)
Confidencias en el palomar ya estuvo por aquí el viernes (enlace). La verdad es que me da igual enlaza, milagrosamente, una retahíla de historias en las que se refleja el alejamiento, la distancia y la indiferencia, signo del derrumbe de la pareja, del amor. Lo mejor es la naturalidad, la forma de ir uniendo un millón de historias de todos los días.
O puede que no es una especie de recreo (apenas dura un minuto) en la que Umbert, canta, habla y susurra. La gata soprano, con dos tempos, el del miedo de un niño, con un piano y un pizzicato hermosísimos, y el de la voz tranquilizadora del padre, que cuenta la historia de una gata soprano y la de la gata Grace Jones.
Prét à porter, el tema de mayor duración, es prodigioso: es una descripción de una procesión, la de San Juan. En este caso, la voz de Umbert, queda aupada por una sección de viento bellísima. El tema va creciendo, ardiendo por dentro, como si fuera una hoguera de San Juan. Casi obligatorio oír con auriculares, el tema tiene un millón de matices, hay que volver a él un millón de veces para poder apreciar ese prodigio de un fuego que, desde la primera chispa, se convierte en incendio en que también ardemos nosotros, hasta extinguirnos, como la canción: Ay, ayy, mamá, ay que emoción, ya sale la banda municipal, suenan redobles, son los tambores y las trompetas de San Juan.
Ensayo general
es la crónica de un fracaso: la del ensayo de una función de teatro Me ha encantado la descripción de los tipos humanos, lo que tiene de costumbrismo, desde la piedad con la que Umbert se acerca con la música.Red eyes es la historia de un jugador, con un relato más a través de sugerencias, de destellos, de varios elementos que se van uniendo, mágicamente, a través de la música (una simple guitarra, unas cuerdas al final, un susurro del viento en medio)Y el disco se cierra con una canción hermosísima, un tema de amor: Rizos sin domesticar, paradigma, tal vez, del denominador común de este disco enorme: la sencillez rotunda, la fortuna en la forma de decir y en el milagro que obra el disco: presentarnos un mundo, que conocemos, a través de varios fragmentos, rellenos, como la lechada que queda entre la solería -la misma que la de la bella portada del disco- con una música también sencilla, muy hermosa, perfecta en su ejecución y en sus arreglos, que queda flotando -quizá para siempre- en el aire.
Además, como ya se ha escrito por ahí, la voz en primer plano de Nacho Umbert subraya la confidencia y acierta de pleno en el deseo del productor, Raül Fernández, cuando hablaba de un disco que pareciera que tuvieras a alguien cantando en el salón de tu casa. A lo mejor, me digo, ese es el secreto de la forma en la que te llega y te impregna este Ay...
No me importaría tener que esperar otros 14 años para volver a encontrareme a Nacho Umbert, a la Compañía, para volver a oír otro disco tan hermoso como este Ay...


Colorete y quitasueño



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