Una de ellas, es que ésta no es la típica crítica al artista que acaba por conseguir el reconocimiento que tantos años lleva mereciéndose por el mero hecho de haberlo conseguido y que haya dejado de ser algo “minoritario”.
Otra. ¿Qué porcentaje de culpa tiene su ya extinta y morbosa relación con la dama blanca del pop en que ahora llene conciertos y todo el mundo sepa de él tanto como de Love of Lesbian? No sé qué pensáis vosotros, pero de aquella unión la más beneficiada fue la música de ella. A Vegas sin embargo, le quedó El manifiesto desastre.
Y por último, más allá de que este disco este o no al nivel esperado, Nacho Vegas es el mejor letrista, o contador de historias como me gusta llamarle, del siglo XXI. Y me habré quedado a gusto.
Un nuevo Vegas se vislumbra en La Zona Sucia, su quinto disco largo, el de sonido más acústico. No diré que al escucharlo den ganas de salir a la calle a dar saltos de alegría, pero sí que se nota un cierto tono optimista y una mejor y más clara utilización del humor y el sarcasmo en sus canciones.
Nos sigue contando historias sobre la vida y la muerte, aunque nos sorprende con quizás su primera canción de amor, Cuando te canses de mi, y por la casi completa desaparición de la temática de las drogas, apenas mencionada en la oscura y siniestra El mercado de Sonora.
Sin embargo, canciones como Reloj sin manecillas (de pegadizo estribillo) o Perplejidad y Lo que comen las brujas, ambas con coros infantiles incluidos, suenan más accesibles que nunca. No es una crítica, pero no es lo que nos tenía acostumbrados y a uno le cuesta asimilarlo. Cuando la última canción editada en un LP por Nacho Vegas es Morir o matar es complicado reconocerlo en esta nueva vertiente.
Más reconocible resulta en la abrasadora Incendios y en el himno para borracheras de órdago que es Taberneros, una adaptación de una canción popular asturiana llevada a su terreno con gran acierto. O en la dupla La comedia humana y Cosas que no hay que contar, ambas composiciones con sello de denominación NV y a la postre dos de las composiciones más brillantes del álbum.
Y como no, La gran broma final. Más allá de juegos post-ruptura, estamos ante el clásico tema de Nacho que perdurará y que la gente continuará pidiendo en sus conciertos dentro de unos años. A este ritmo, como no, con todas las butacas vendidas.