Esta es una exposición que exalta la felicidad, la alegría de vivir, es imposible verla sin esbozar más de una sonrisa. Sin embargo, tiene también un poso amargo, y es que aunque lo intentemos con todas nuestras fuerzas, la vida no es precisamente de color de rosa. Yo soy de las que ven siempre el vaso medio vacío, por lo que la filosofía del fotógrafo Jacques Henri Lartigue, aunque me atrae, no es la mía.
'Nací feliz, eso ayuda ¿no?' Con esta frase del fotógrafo se inicia un recorrido por los años de las dos Guerras Mundiales, la Revolución Rusa el ascenso de los nazis al poder, o el crack del 29. Quizá una de las épocas más convulsas que ha vivido la sociedad moderna, sin embargo, para Lartigue todo eso no existió, no veremos ni una sola imagen de esos conflictos, sus fotografías solo muestran felicidad, juegos, alegría.
La vida de un rico que supo vivirla o la vida de un frívolo, depende de cómo lo veamos. Mientras millones de personas morían en guerras, genocidios o simplemente de hambre, el fotógrafo y sus amigos se divertían. Ironías de la vida.
Dicho esto que necesitaba decir, 'Un mundo flotante' es una muestra que merece la pena ser vista, sus imágenes son preciosas y nos muestran una cara de la sociedad (la adinerada), los avances tecnológicos y la vida que estos llevaban, que resulta de lo más interesante.
Lartigue nació en 1894 en Courbevoie, cerca de París, y murió a los 92 años, en 1986. Su padre era un industrial rico, por lo que el tema económico nunca fue un problema para él. Cuando tenía ocho años le regalaron su primera cámara, y desde ese mismo momento comenzó un diario con fotografías y pequeños textos que llevaría consigo toda su vida. Datos tan nimios como si el día ha sido soleado o lluvioso, qué se ha hecho a lo largo de la jornada o la puntuación que le da al final del día.
A lo largo de la muestra podemos leer fragmentos de ese diario, es ahí donde podemos ver una terrible anotación que a mi personalmente me dejó de piedra: paseo por el lago, un tiempo desapacible de viento y, sólo al final en su diario, un 'hoy hemos sabido que ha empezado la Guerra Mundial. Día mejorable. Un siete'.
Como buen hijo de su época, los inventos y adelantos tecnológicos no dejaron de maravillarle, podemos ver muchas fotografías con coches y aviones como protagonistas, la velocidad o el deseo de volar están presentes en muchas de ellas.
También fue un gran aficionado a los deportes como las carreras de coches, el vuelo sin motor, el tenis, el esquí o la natación.
En sus imágenes hay una mirada: la feliz y despreocupada, rodeado de bellezas, juegos y dolce far niente; y de otro la consciencia de que todo eso le será arrebatado algún día, que la felicidad, la juventud y por supuesto, la vida no son eternas. De ahí ese afán por atrapar ese momento de felicidad en una imagen.
Sin embargo, y aunque pueda parecer extraño, él nunca se consideró fotógrafo profesional, de hecho su primera exposición antológica no se realizó hasta 1963 en Nueva York, por lo que sus fotografías podría decirse que son íntimas casi de familia.
Se casó tres veces, Madeleine Messager 'Bibi' fue su primera mujer, posteriormente se casaría con Marcella 'Coco' Paolucci, pero el matrimonio duró sólo un par de años, luego conoció a Florette Ormea que tenía veinte años y que se convirtió en su tercera esposa. Pero la que fue musa de muchas de sus fotografías fue la guapísima Renée, modelo y amante del fotógrafo.
En 1979 decidió donar sus fotografías al Estado francés incluyendo negativos, discos originales, diarios y cámaras, mientras que sus pinturas que consistían en más de trescientos cuadros las donó a un amigo. Esta donación dio lugar a la creación en la ciudad de Val-d'Oise del Centro de Exposiciones Jacques-Henri Lartigue.
En el año 2000 se creó la Fundación Lartigue que se unió a la Asociación de Amigos de JacquesHenri Lartigue creada en 1979.
La muestra puede verse hasta el 19 de junio en CaixaForum (paseo del prado, 36), la entrada es gratuita y puede visitarse todos los días de 10 a 21 horas. Además, en el mismo centro, y hasta el 24 de abril puede verse la muestra El efecto del cine. Ilusión, realidad e imagen en movimiento. Realismo. Se trata de ocho proyecciones que exploran cómo puede distorsionarse la realidad a través de la grabación o el montaje de imágenes. En Madrid puede verse la primera parte de la muestra, Realismo, que aborda cómo el soporte visual puede alterar no solo la forma de ver la realidad, sino también lo que es la realidad. La segunda parte podrá verse en Barcelona a partir del mes de mayo, Sueño analiza cómo los medios evocan unas sensaciones tan intensas como las que experimentamos durante el sueño, y explora las realidades subconscientes.
Entre las proyecciones que podemos ver en Madrid, pertenecientes a un conjunto internacional de artistas podemos seguir a un mochilero de viaje por la India en un recorrido surrealista donde se mezclan realidad y ficción, persona y personaje; adentrarnos en Godville una población ficticia anclada en el siglo XVIII, en la que el director manipula las palabras de sus personajes mediante el montaje; sentirnos rodeados por las calles de Nueva York gracias a cuatro pantallas que en realidad muestran un plató de Hollywood; asistir a la audición de un adolescente irlandés durante un casting para una película; ver caer en una animación cuerpos humanos, mientras que coches y demás objetos de consumo se elevan al cielo; observar a cinco actrices que son entrevistadas como si fuesen una única persona; la recreación en 360 grados de un fragmento de la película Martha de Fassbinder; o mi favorita, cuatro pantallas gigantes en las que podemos ver los paisajes desérticos de Burkina Faso y el deshielo al norte de Escandinavia.