Fotografía tomada de www.wookmark.com
Un buen conductor escoge gasolina y carreteras secundarias. El anticuado trazado de las nacionales discurre en paralelo a ríos y campos abiertos, preparados para la siembra. Atravesamos la planicie y a los indios de las colinas con el reflejo obturado de los retrovisores. Queríamos llegar al polígono para cantar canciones de los Chichos y descubrimos las tardes inertes, el turismo de alcohol y Burger King, los reconocimientos en mitad de una novela policíaca. No dejó de llover durante todo el trayecto y reconocimos los camiones y nuestros 127 caballos. Un leve toque sobre el acelerador y nos sabíamos campeones del mundo. La tarifa plana de Spotify y los almendros a punto de escarmentar el invierno. Los kilómetros no son fatales si existe el entretenimiento, las líneas discontinuas y el doble carril, aunque sea de vez en cuando. Un castillo asoma en lo alto y preferimos ralentizar la marcha para disfrutar de su luz posesiva. A veces creo vivir dentro de un spot de Marlboro. Una canción de Texas resuena desde entonces.