Los españoles dicen ser católicos y amar a su país, pero no practican la religión y son quienes menos nacionalistas se sienten, con excepción de los holandeses, según el último Informe Mundial sobre la Cultura de la UNESCO.
“Es que durante el franquismo, sobre todo entre los años 1939 y 1960, la ideología dominante era el nacionalcatolicismo, que imponía una bandera que venerar y un cura que los vigilaba día y noche ”, explica don Pablo Urrutia, popular adalid del nacionalcatolicismo de aquella época, en la que era sacerdote castrense e Inspector de Educación, especialista en Formación del Espíritu Nacional. Un día se enamoró de una maestra y se fue a vivir con ella porque no les dejaban casarse. Se salvó milagrosamente de la cárcel por apóstata y traidor.
Recuerda que se quería que los españoles fueran “mitad monjes, mitad soldados”, como pedía la mitología imperante, aunque “nos salieron libertinos y demócratas”. Su experiencia dice que las imposiciones espirituales son paradójicas: “los comunistas predicaron el ateísmo y la gente se les hizo muy religiosa”.
Don Pablo supone que estas paradojas podrían estimularse en Afganistán y otras áreas islámicas con fenómenos nacionalreligiosos de fanatismos mucho más extremos.
Los talibanes fabricaron seres mitad monjes, mitad soldados casi clónicos y formaron durante cinco años a millones de niños o jóvenes para que siguieran esa “noble vía de mejora, sacrificio y salvación” que es la mezcla de sacerdocio y milicia.
Tras descubrir el engaño ideológico y político al que fueron sometidos, y si se les ayuda con una educación laica e información libre, abandonarán el fanatismo, según el excura.
Don Pablo pertenece a una asociación de antiguos nacionalcatólicos y quisiera que hubiera algo similar entre los nacionalislamistas desengañados porque “tendríamos mucho que decirnos”.