A los catalanes llevan décadas diciéndoles desde los partidos políticos nacionalistas que España les roba, que en el resto de España apenas se pagan impuestos y que Cataluña, si lograra liberarse de España, sería una nación próspera y mundialmente respetada. Los grandes partidos políticos españoles, sobre todo PP, PSOE e Izquierda Unida, han demostrado su cobardía y bajo nivel ético y democrático cerrando los ojos y oídos a esa política disgregadora, desleal y excluyente del nacionalismo catalán, con el que han coqueteado y al que han sobrealimentado con dinero y privilegios para obtener a cambio su silencio o su apoyo parlamentario.
La Historia de España en los últimos años, cuidadosamente tergiversada y ocultada, revelará, cuando sea sometida a una investigación veraz y esclarecedora, la inmensa miseria con la que los partidos políticos españoles y sus líderes, tanto de la derecha como de la izquierda, han afrontado el asunto catalán, un territorio al que han permitido violar la Constitución, incumplir las leyes y practicar, desde las altas instancias del poder, la corrupción, el abuso y otras canalladas, de las que se han aprovechado la clase política catalana.
El presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, ha instado a los catalanes a consumir productos hechos en las diferentes demarcaciones catalanas, ya que la tendencia es mirar lo que viene de fuera y tendrían que “apreciarse los productos del propio territorio sin que eso tenga nada que ver con fronteras”. En el acto de inauguración de la ampliación de las instalaciones de la fábrica en Vidreres (Gerona) de ATO (filial de la empresa asturiana Corporación Alimentaria Peñasanta), Mas ha animado a los catalanes a pensar “qué y quién hay detrás de cada producto y después decidir libremente qué se quiere consumir”.
En su discurso ha insistido en que no estaba hablando de hacer boicot a determinados productos, ya que en su opinión no tiene sentido, pero sí que ha animado a pensar qué beneficio puede sacar uno en particular pero también todo el mundo, con el consumo de unos u otros productos.
Aunque lo nieguen, Artur Mas, Durán i Lleida, Jordi Pujol y toda la corte del nacionalismo que impulsa el "Catalonia is not Spain", se sentiría feliz y al borde del orgasmo político con una España indignada que se vengara de las ofensas catalanas con un boicot drástico y masivo a los coches, bancos e industrias alimenticias y de otro tipo establecidas en territorio catalán. Aunque las empresas catalanas se precipitaran en la ruina y tuvieran que cerrar, los políticos nacionalistas serían felices, reclutarían más seguidores para el independentismo, aumentarían su poder y sabrían cosechar y rentabilizar los frutos del odio.