Soy de las que -tan pronto abro la puerta- comienzo a deshacerme de los zapatos, los accesorios y la ropa. Cuando llego a la habitación principal ya lo que queda es un pedazo de carne humana disfrutando de la libertad.
¡Es que no hay nada como llegar a la casa! Ese lugar donde nos refugiamos y pasamos los momentos más sublimes de nuestra existencia. Un espacio de cuatro paredes que nos permite hacer cualquier cosa que se nos antoje sin pensar en el qué dirán. Ese espacio donde vemos crecer nuestra familia; nuestro hogar.
Mi hijo quería un baño de burbujas así que preparé la bañera con agua tibia, le eché su líquido burbujeante con olor a naranja y busqué sus juguetes acuáticos. En medio de ese escenario, me sumergí en el silencio y la tranquilidad.
Había llegado a casa; mi hogar.
¿Te pasa lo mismo? ¡Cuéntame!
Fotos: Google