La dualidad entre lo bueno y lo malo siempre existirá aún dependiendo de la mirada que tengamos de ello. De esa dualidad nace la dualidad del bien y del mal. Y de también todas las dualidades que rigen el Universo según las diferentes religiones y pensamientos filosóficos. La dualidad de lo bueno y lo malo es el principio de todas las controversias de la existencia del ser humano. Pero ya lo sabían en antigua China diezmilinaria. Y después en todas las grandes civilizaciones. La lucha del Bien y Mal con mayúsculas nace de la religión urdida en las profundidades de los tiempos en su obcecación por negar la sencillez de la reducción de la existencia a una mera dualidad instintiva de supervivencia. Darwin fue un iluminado al respecto del pensamiento de miles de años que intentaban refutar ese instinto que nos ha llevado a plantearnos surcar los espacios de las galaxias del Universo buscando a dios fuera de nuestra mente. Nada es bueno ni es malo de por sí, sino tan sólo en tanto en cuanto su influencia es positiva o negativa para nuestras circunstancias personales. Lo del Bien y el Mal, sin embargo, hay que buscarlo en los extremos de lo malo y lo bueno arraigado en nuestra más profundo de nuestra alma, si existiese o existiera y pudiera ser definida. Todos los días no están ocurriendo cosas buenas y malas, y sin embargo, un equilibrio entre lo bueno y lo malo puede abrir la puerta del destino, si existiera o existiese y pudiera ser definido y aceptado como irremediable.