Nada es eterno

Por Interesproductivo @RoberttiGamarra


Las ideas, los proyectos vienen y van.

@morguefile

No es la primera vez que hablo de la influencia del tiempo en las cosas, pero en estos días, a raíz de mi artículo titulado “Las iniciativas innovadoras están ahí” alguien discrepó con mi argumento de no plantearse iniciativas imperecederas. “¿Por qué sostienes que nada es eterno?”, me preguntó. Según su argumento, hacerlo de esa manera era empezar con pesimismo un emprendimiento.
Su explicación tenía cierta lógica, ya que pensar en una idea pasajera puede resultar contraproducente. Sin embargo, mi planteamiento no fundamenta un entorno de pensamientos de corta duración, simplemente asume que las cosas, las tendencias, las preferencias cambian continuamente y propone oportunidades a quiénes mejor lo saben interpretar. El tiempo todo lo consume; aquellos que parecían eternos, acaban, sin remedios, doblegándose a los cambios.
Sigo sosteniendo que negar la influencia de los cambios sociales en las iniciativas o suponer para toda la vida una corriente de consumo, es negarse a la realidad. ¿Qué nos queda entonces? Aprovecharse de ellas, reconocer las necesidades que vendrán y posicionarse para convertir en beneficios esa avalancha de demandas de consumo del mañana. No es necesario pensar una iniciativa para toda la vida. Lo sostengo firmemente.

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Veamos, conozco a una persona que a finales de los años 80 estaba terminando la carrera de medicina; luego hizo el MIR y se especializó en pediatría. Por un accidente del destino nos perdimos la pista por muchos años, pero volvimos a cruzarnos 15 años después. Hablamos del trabajo de cada uno, de los cambios personales, de las ilusiones de entonces. Esta persona me sostuvo la mirada largos segundos, luego dijo que actualmente estaba ganando algo menos de mil euros al mes, cuando ambicionaba muchos más. “Tengo que trabajar más que nadie”, concluyó. Su mirada traslucía la decepción y casi el arrepentimiento por haber hipotecado su juventud en una carrera que, en su momento, parecía la mejor alternativa, para encontrarse ahora en circunstancias parecidas, si no peores, a muchas otras personas sin carrera ni titulaciones formales.
La conclusión que pude extraer de aquel encuentro es que si ahora, tres años después de la conversación, me volviera a cruzar con esta persona, quizá su situación haya ido a peor, arrastrada por la corriente demoledora del entorno económico actual. Y ¿quién sabe?, a lo mejor ni siquiera está ejerciendo ya la carrera en la que se había especializado. Este es sólo un ejemplo de las decenas que hay sobre la transformación de un sueño para toda la vida en una carga que muchos acaban por abandonar. Quizá sea insuficiente, pero partir de la realidad es una gran virtud. A todos nos gustaría encontrarnos con una idea que nos garantizara el futuro, pero me temo que enroscarse en su búsqueda es una completa pérdida de tiempo. Es adentrarse poco a poco en la pasividad.
Por eso mi recomendación es no empeñarse en propósitos que hoy parecen para toda la vida, porque nadie sabe lo que nos deparará el futuro. No obstante, este no es un mensaje para alentar a la pasividad, sino un aliento para soplar idea productivas sin mirar su fecha de caducidad.
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