Nada más

Por Siempreenmedio @Siempreblog

8 noviembre 2013 por JLeoncioG

Me percaté de que cada sábado, cuando me sentaba a estudiar sociología en la misma silla de la misma mesa de la misma biblioteca -es que uno es un animal de costumbres- él estaba sentado allí también, en la misma silla de la misma mesa de la misma biblioteca.

Camisa roja recién planchada, pantalón vaquero, un pequeño bolsito de cuero negro, de aquellos que llevaban los hombres colgando de la muñeca hace mucho. Y nada más. Ni un sólo libro, ni un ordenador, ni una tablet. Nada más.

Ocupaba aquel sitio en la silenciosa y clara biblioteca del TEA cada sábado, a saber si iba cada día, y permanecía allí durante horas, mirando a un punto perdido en medio de ninguna parte. Con cientos de libros a su alrededor, periódicos, revistas, películas, discos… pero él como si estuviera en un bosque imaginario, en el andén de una estación por la que no pasaba ningún tren, en la ribera de un muelle viejo en el que ya no llegaba ningún barco, y permanecía allí impasible y absorto mientras yo, algunas filas más atrás no dejaba de preguntarme qué hacía, a qué obedecía aquella vela ociosa durante tanto tiempo cada sábado.

Me pregunté por qué. Una y otra vez. Qué pretendía aquel hombre allí, en ese silencio casi absurdo. ¿Meditaba? ¿observaba quizás cómo los demás pasaban sus horas de estudio? ¿venía acaso a esperar a alguna mujer? ¿disfrutaba con aquel silencio sólo interrumpido por el pasar de hojas y el rodar de sillas o el chasquear de teclados?

El sábado no pude más, y me levanté para dirigirme hacia él. En los metros que nos separaban pasaron por mi cabeza todo tipo de respuestas.

- Perdone, ¿Me puede decir qué hace usted cada sábado aquí sentado mirando a ningún lado, sin leer ni hacer ninguna otra cosa?

El hombre me miró extrañado, puso su dedo índice delante de su boca, señal inequívoca de que yo estaba hablando demasiado alto, y me dijo, señalando con la otra mano hacia debajo de la mesa:

-Nada, cargar el móvil.