J. Griffin comienza un artículo sobre “Sophocles and the democratic city” refiriéndose al encuentro de su generación y de la mía con la tragedia ateniense en la escuela, a través de ediciones cuya función principal era identificar y rotular usos gramaticales (tales como “dativo ético”) y pronunciarse de acuerdo a las visiones de eruditos alemanes, de acuerdo a las lecturas del texto. Luego vinieron los estudios en Oxford, y la lectura de libros que realmente intentaron un sincero criticismo literario. “Todo esto fue en la década de 1950; ahora parece tan remoto como 1850 ... Desde entonces, ¡qué cambio ha ocurrido! Clio, musa de la historia, se ha desplazado masivamente hacia el territorio de su trágica hermana Melpomene” 1
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