Divorcio a lo iraní
Ha sido una grata sorpresa el descubrimiento de este contundente drama iraní que se estrenó el año pasado en nuestras pantallas. Nader y Simin, una separación (2011) es una dura película, escrita y dirigida por Asghar Farhadi, que está nominada para el Oscar a la mejor película de habla no inglesa y al mejor guión original. A la espera del resultado, ya se puede decir que esta obra maestra ha obtenido un montón de premios, entre ellos el Oso de Oro a la Mejor película, y Oso de Plata al Mejor actor y actriz en el Festival de Berlín, y el Globo de Oro a la Mejor película de habla no inglesa. Y es que conmueve de pleno su historia tan directa y sincera, sin música que acompañe a los acontecimientos y solo con el poder de seducción de la cámara y el grandísimo trabajo de los actores. Con todo esto, Asghar Farhadi ha obtenido un resultado glorioso que no cae por ningún momento en el tedio ni deja un momento de respiro al espectador. Desde el primer fotograma hasta el último el interés hacia lo que ocurre en el celuloide no decae y hasta va en aumento. Y eso, señores, no es nada fácil, sobre todo si contamos que el film es de dos horas de duración.
La historia se centra en un matrimonio iraní, Nader (Peyman Moadi) y Simin (Leila Hatami), que tienen una hija de once años y se van a divorciar ya que la mujer quiere irse al extranjero para que su hija no crezca en la situación en la que se encuentra Irán. Su marido no quiere acompañarla porque tiene a su padre enfermo de Alzheimer, pero si ella quiere marcharse él no se lo va a impedir si esa es su decisión final. Lo único que ocurre es que el visado les caduca en 40 días y la hija no puede partir sin el permiso paterno, algo que él no está de acuerdo en firmar; además la cría prefiere quedarse con el padre. Entonces, Simin se irá de la casa para irse a vivir con su madre durante un tiempo y Nader contratará a una mujer para que cuide de su padre durante las horas en las que él se encuentre trabajando. A partir de aquí sucederá algo en la historia que cambiará la vida de sus protagonistas por completo y que mantendrá al espectador aún más pegado a la pantalla hasta el último plano final.
¿Y cómo consigue Asghar Farhadi que una película sin música ni ninguna case de florituras no baje el listón por ningún momento y conmueva durante sus dos horas de metraje? Pues con muchísimo talento y una increíble disposición, tanto por su parte como la de todos los actores. En esta trágica historia lo que impone por encima de todo es la realidad con la que está tratada la situación a la que son expuestos los personajes principales, poniendo los pelos de punta en algunas escenas donde la tensión es casi palpable. Los buenísimos diálogos son transmitidos con tanta fuerza que por momentos es posible que el espectador más vulnerable se emocione por completo; y todo sin caer ni en el sentimentalismo ni en la exageración.
El guión está escrito por el mismo Asghar Farhadi que deja clara su intención de hacer algo de crítica a su propio país, como se puede ver en la escena inicial en la que el matrimonio está en los tribunales para firmar el divorcio y el juez le pregunta a ella "¿Le parece que los niños no tienen futuro en nuestro país?", y ella no le responde nada, dejando un silencio provocativo y muy intencionado. Y también el director tiene el gran acierto de contar la historia guardando ciertos detalles que se van revelando poco a poco, manteniendo de esta manera el interés del espectador por conocer el resultado de lo sucedido. Además, otro de sus buenos recursos es la manera que tiene de mostrar algunos momentos, siempre haciéndolo de manera sutil e inteligente. Y eso es lo que tiene este film, que está tratado con mucha astucia, por eso la cámara también es fundamental para la buena puesta en escena y Farhadi la utiliza a conciencia, eligiendo los planos correctamente. De ahí que, ante lo expuesto, quizás estemos hablando del que se podría considerar como el Michael Haneke iraní, y no solo por la falta de música o por sorpresas que van apareciendo en la trama, si no también por el mismo buen inicio y el gran final.
"Un drama contundente que no deja respiro al espectador, con una gran dirección y un formidable trabajo de todos los actores"