EN UN PÁRRAFO.- Tras el relativo éxito de su predecesora ‘A propósito de Elly’ —un film en el que ya explora la misma dinámica de la confrontación (y confusión) entre casualidades y causalidades, como polos entre los que bascula el devenir cotidiano de las personas—, Asghar Farhadi cuaja una propuesta que, desde la austeridad formal, resulta brillante como narración cinematográfica de una historia en la que se ejemplifica magistralmente cómo las medias verdades (y su reverso de medios engaños) constituyen el mecanismo con el que los humanos nos pertrechamos para transitar por nuestra propia existencia minimizando daños y perjuicios (a nosotros y a los demás); una historia en la que las circunstancias dramáticas derivan de la concurrencia de factores no siempre controlables por sus protagonistas, de manera que todos, dada su universalidad, nos podemos ver reconocidos en ella. Como en la vida misma.
EN SU HABER.- 1, la precisión, milimétrica, de un guión que abrocha la trama con agilidad y detalle (mejorando, en ese aspecto, esa sensación de excesivos flecos sueltos que la propuesta anterior de Farhadi proporcionaba) y que, pese a la acumulación de circunstancias y avatares que, en ocasiones, se bifurcan en meandros contrapuestos, nunca pierde el hilo ni la claridad, consiguiendo con ello que su densidad y riqueza de matices no degenere en pesadez o farragosidad; y 2, las interpretaciones de todo su elenco protagónico, si bien cabría destacar los trabajos de Sarina Farhadi (Termeh), hija del director, con un rostro capaz de transmitir una tristeza infinita en los pasajes más duros, y de Peyman Moadi (Nader), un prodigio de contención expresiva al servicio de un personaje que ha de desarrollar todo un torrente emocional alejado de la superficie y que tiende a expresarse más con lo que hablan sus ojos que con lo que dice su boca.
EN SU DEBE.- No en el suyo propio, sino en el de las actuales estructuras del negocio cinematográfico: que una cinta como ésta haya de recibir un espaldarazo tan potente comercialmente como es el del Oscar a la mejor película de habla no inglesa, para que, si no masiva (que no alcanza tal grado), su difusión llegue a un ámbito algo más amplio que el del ghetto gafapasta al que hubiera quedado confinada de no haber mediado tal circunstancia. Una cuestión de fondo que podría dar lugar a un debate que excede con mucho el alcance e intención de estas líneas, pero que, algún día, igual se aborda desde esta cibercasa…
UNA SECUENCIA.- Tras recogerlo del suelo, donde lo ha encontrado inconsciente, y colocarlo en su silla de ruedas, Nader lava a su padre enfermo. Lo enjabona, frotándolo suavemente con una esponja, y posteriormente lo enjuaga con la ducha. En un momento dado, Nader se derrumba, ya no puede más, y estalla en un llanto sordo y callado sobre el hombro de esa persona por la que siente un cariño y preocupación infinitas, pero que, en su estado, es incapaz de responder a estímulo externo alguno. Sin la más mínima alharaca, sobrecogedor…
CALIFICACIÓN: 8 / 10.-