No, este no es el título de un libro que voy a reseñar, sino el título de una entrada personal, una de esas reflexiones escritas que pocas veces me tomo la molestia de hacer porque, como siempre, no considero que sea de interés para nadie.
Pero hoy tengo uno de esos días de pie izquierdo, uno de esos momentos en los que la vida se parece a un interrogante inmenso y aterrador.Tranquilos, que esta no es una nota de pesimismo suicida. No esta vez.
Sencillamente esto es una especie de llamado, de grito de rebelión contra... contra uno mismo y contra los demás.
¿No os ha pasado que de repente os dais cuenta de que lleváis mucho tiempo siendo vuestro peor enemigo?
Yo, por ejemplo, ya me cansé. Llevo muuucho tiempo en guerra conmigo misma, sintiéndome disconforme, menospreciándome. ¿Hay acaso algo más estúpido que no auto-quererse? Quererse y respetarse a ti (mismo), a lo que eres, es algo tan obvio, tan esencial, tan necesario, y al mismo tiempo tan difícil de conseguir (dependiendo).
Pero yo ya tiré esa toalla. Me di cuenta, tarde, pero al menos antes que nunca, de que uno no se puede pasar la vida esperando. Esperando a que las cosas mejoren solas. Esperando a que vengan a por ti. Esperando a que sean los demás los que se den cuenta de tus capacidades. No.
¿Qué es eso de buscar la felicidad? La felicidad la hace uno, la fabrica uno, día a día. La felicidad no viene sola, pura, homogénea, a la felicidad hay que extraerla de su mineral, hay que atraerla hacia uno, hay que prestarle más mimo y atención que a la tristeza.
Y no solo hay que ser amigo de nuestros amigos. Antes tenemos que ser nuestros propios cómplices y amos, nuestra propia mano amiga, como diría Audrey Hepburn. Así que ayúdate, quiérete (curioso: esta palabra no me la aceptar el corrector), protégete. No eres más, no eres menos que nadie. Eres tú.
"Recuerda: si necesitas una mano amiga,
encontrarás una al final de tu brazo".