Seis meses. Ese es el tiempo que hemos podido ver como algunos de los personajes más relevantes de la actualidad hablaban con ELLAS. Pero, como suele pasar en este medio, el lunes llegó la hora de despedirnos. Las cinco mujeres que lideraban el late show se subían a un camión de mudanzas, blindadas por cuatro maromos en taparrabos y rumbo al limbo que supone el fin de un programa en televisión.Seis meses en los que el programa ha ido adquiriendo cada vez más personalidad (con habilidosas estrategias de contenido que lo han llevado a ser casi un programa de culto), al tiempo que el caos seguía reinando en el plató de La Fabrica de la tele. Todo tan vivo que llegaba sin orden ni concierto, con una sensación de descontrol incontrolable y desbordado por la terrible fuerza del directo. Una orgía televisiva que se convirtió en su seña de identidad y que tuvo la genial habilidad de hacer del error, virtud. Pero si el descontrol delirante era una de las marcas del programa, el otro eran, precisamente, ELLAS. Las cinco mujeres (siete desde que el show comenzó su andadura) que semanalmente se lanzaban al ruedo del Estudio 3 de Mediaset en caída libre y sin paracaídas. Todo un reto. Cinco mujeres en las que se evidenciaba una maravillosa y evidente falta de visión para ponerlas a manejar este embolao televisivo sin precedentes. Y es que cinco mujeres en un plató, siempre son multitud.Cada una de ellas explotaba un papel bien definido que, en el juego de la química televisiva, se difuminaba entre egos y desconcierto generalizado. Sandra Barneda, siempre eficaz y creíble, llevaba las riendas del espacio; Yolanda Ramos ponía la voz crítica disfrazando su discurso de "El Club de la Comedia"; Natalia Millán, con la clase y elegancia que da el ser una Dama de la Escena, prefería mantenerse al margen de este sindiós; Beatriz Montañez, ácida y rotunda, se mojaba noche a noche hasta las cejas para conseguir titulares a la mañana siguiente; mientras que Aly Eckman, lastrada por su carencia idiomática pero salpicada por altas dosis de frescura y mucha cara dura, hacía lo que podía (a la pobre no le tocó el mejor plató para coger tablas...)Pero llegaron las bajas, y con ellas, las sorpresas. Natalia Millán decidió salir corriendo del barco antes de hundir una carrera brillante sobre las tablas. Y para sustituirla llegó la quinta: El regreso de Rocío Carrasco a televisión. Un regreso sorprendente tanto por el hecho en sí mismo (hubo numerosas incógnitas en torno a las razones que le empujaron a ello) como por la solvencia como comunicadora de la hija de Rocío Jurado. Programas después fue Beatriz Montañez la que abandonó las madrugadas telecinqueras para "centrarse en su carrera interpretativa" al paso que huía de las despiadadas críticas por su rol en el espacio. Una gran pérdida que trajo consigo el mejor acierto del programa: el regreso a la televisión de Marta Torné (seducida últimamente por su faceta como actriz): Divertida, rápida, audaz, carismática, espontánea, gamberra... Un fichaje que, rápidamente y por méritos propios, se convirtió en la líder indiscutible.Pero el lunes, cuando el programa lograba encontrar su esencia y la conexión entre ELLAS comenzaba a traspasar la pantalla, Telecinco decidió dinamitar el espacio por falta de rentabilidad. A pesar de promediar un decente 15%, la irregularidad de sus datos (que iban y venían más que sus presentadoras) pesó más en la decisión final. De poco sirvió que cada noche ELLAS se convirtieran en las protagonistas de las redes sociales. La audiencia se ha quedado huérfana de un late night anárquico, sí, pero también imprevisible y divertido.Yolanda Ramos fue la encargada de poner el broche final (aunque, como es habitual en la cadena, prefieren hablar de un descanso... nunca se sabe...) con un monólogo en el que emuló al Resines de "Los Serrano", recorriendo algunos de los mejores momentos que ha dado el show y que pasaran a la historia de la televisión reciente: la bronca de Montañez con Bertín Osborne por obra y gracia de un omnipresente Pablo Iglesias, la espantada de José Luis Moreno cuando Yolanda Ramos le reclamó 25.000 pesetas por un trabajo de años atrás, las primeras apariciones televisivas de los reyes del verano, Chabelita y Alberto Isla; la emotiva confesión de Sandra Barneda (a la que le faltó rotundidad y visibilidad) o los numeritos erótico-festivos que plagaban cada programa (el morreo de Marta con Santi Millán, los orgasmos fingidos de algunas de ellas ante Pablo Puyol o el regreso a la pequeña pantalla de una Lorena Berdún a la que se echaba de menos...)Porque, queridos espectadores, así es la televisión, maravillosa y cruel: Un día estás pletórico dándolo todo y al siguiente te quedas en bolas y de patitas en la calle. Como diría una irónica Yolanda Ramos: "Flipando, ¿no?... Ésto es una mierda como una catedral" Por Sergio Mata