El Movistar ha sido el quipo más batallador y el que más salsa ha dado en un Tour duro en el que se ha sabido recomponer y replantear su planteamiento inicial. En Saint Amand Montrond perdió la opción de podio para el líder previsto, Alejandro Valverde –al murciano se le rompió una rueda entre los abanicos– y la clasificación por equipos, pues varios compañeros fueron sacrificados para sacar a Valverde del apuro –sin éxito, por, entre otros, la aceleración del Belkin de Mollema–. Ese día uno de los sacrificados fue Rui Costa –renunció al Top 10, pero se resarció después ganando en Gap y Le Grand Bornard– y Quintana pasó a ser el líder del equipo. Mensaje claro: ya no tienes ataduras.
El mal gesto de RollandCon carta blanca, Quintana ha sido todavía más grande e incluso compitió en el Mont Ventoux con Froome, al que sí doblegó en Annecy-Semnoz. El colombiano ganó una etapa que comenzó como las de antaño, con un ataque en los primeros metros de Rolland, que soñaba con el maillot de la montaña, del que solo le separaba un punto con respecto a Froome. El francés –al que después se le añadieron varios corredores, entre ellos, el siempre combativo Flecha– se volvió a ganar la admiración del espectador por su osadía, un reconocimiento que perdió en la coronación del Col de Leschaux, cuando empujó a Igor Antón hacia el público para impedir pasase primero y se llevase la máxima posición. Pero el ciclista del Euskaltel mantuvo el equilibrio y se llevó esos dos puntos –Rolland sumó otro– y reaccionó con frialdad o, mejor dicho, deportividad ante una acción sucia: le dio un golpecito en la espalda casi paternal.
Voigt, en cabezaPoco después Voigt se quedó solo en cabeza y Antón probó de todas las formas posibles alcanzarle sin éxito, mientras el pelotón iba neutralizando al resto de escapados y tanto Evans como Andy Schleck se quedaban. El primero antes de empezar el puerto de categoría especial, el segundo, tras un arrebato del Sky, que cogió el testigo del Movistar, que en todo momento había mantenido las diferencias con los escapados. Una desventaja que nunca alcanzó los cuatro minutos y se casi siempre se mantuvo en el minuto, minuto y poco.
Mollena se quedó cortado y Valverde quiso hacer una selección más profunda con otro cambio de ritmo que dejó sin fuerzas a Kreuziger, eliminado tras otro cambio de ritmo de Porte. Entonces fue el turno de Purito, inmenso en el tramo final del Tour, y al que solo pudieron seguir Quintana y Froome, que apartó a un espectador que parecía querer oír las pulsaciones del ganador de la prueba de lo cerca de que se le puso al británico. Mientras Contador, fundido, iba a su ritmo y se refrescaba el cuello con una botella del agua, consciente que el podio era ya una quimera y que por delante rodaban los tres mejores. De ese grupo siempre tiró Purito, hasta que Froome se marcó un ataque estéril ante Quintana, que replicó con suma tranquilidad. Quizás el británico se marcó un farol, pues después tampoco pudo replicarle a Purito en el sprint. Froome sonrió de alivio en la línea de llegada y Quintana mostró después a los periodistas una medalla que le regaló su compatriota Mauricio Soler, al que sustituyó en el Movistar, y que tuvo que retirarse del ciclismo tras un grave accidente en la Vuelta a Suiza en 2011 que a punto estuvo de costarle la vida. “Este triunfo también es para Mauricio”, dijo. Sí, además Quintana también es detallista.