Nápoles y la Costa Amalfitana

Publicado el 15 octubre 2012 por Rgalmazan @RGAlmazan

Apenas regresado del viaje por la Costa Amalfitana y Nápoles, veo que no ha cambiado nada. A partir de la próxima entrada seguirá dedicándome a las entrada políticas, en esta quiero, como algunos me han pedido, contar, desde mi particular punto de vista, algo de esta experiencia viajera.

Comenzaré diciendo que tres los viajeros, mi amiga Carmen, Lola y yo. Hemos caminado, reído, disfrutado y convivido unos días, lejos de los problemas habituales y apartados voluntariamente de nuestros quehaceres cotidianos. Una experiencia vital para recordar.

La Costa Amalfitana es una zona muy bella. Costas abruptas donde no caben las playas. Casas incrustada en la ladera de la montaña que llegan al mar de forma salvaje. Bellos parajes con pueblos que se siguen unos a otros con coloridos claros y con difíciles accesos. La carretera es difícil y bastante concurrida. Llena de curvas, estrecha, donde conducir requiere los cinco sentidos, y más.

Vista de Positano, desde el mar

Son unos cuantos los pueblos que vale la pena ver, aunque están cerca y tienen un denominador común, sus casas empotradas en la montaña. Vale la pena visitar, sobre todo, Amalfi y Positano, además Ravello, Minori, Maiori, Vetri, Conca y algún otro.

El Duomo de Amalfi

Decía que la distancia es pequeña, sin embargo el tiempo es mucho cuando se trata de recorrer esas carreteras. Un ejemplo claro os puede dar una idea; desde Positano, que está al principio de la Costa, hasta el último pueblo que es Vetri di Mare hay menos de cuarenta kilómetros, sin embargo el tiempo que empleamos nosotros en recorrerlo fue de 1 hora y 40 minutos. Vamos, una media de menos de 25 km. a la hora.

Fachada de una peluquería en Vetri di Mare con los mosaicos típicos

A poco más de una hora, en un bote desde Positano se puede llegar a Capri. Una isla legendaria elegida por los grandes magnates y por famosos artistas para descansar. Hoy es un lugar tranquilo –al menos en esta época—, lleno de restaurantes, joyerías y preciosas vistas. Es de resaltar los famosos Faraglioni. Rocas gigantescas que, se encuentran firmes en el mar, cerca de la costa y que son el símbolo, por excelencia, de la isla. Uno de esos Faraglioni, tiene un agujero tremendo, por el que los botes lo atraviesan. Rodear la isla es un placer, sus paisajes, sus casas y sus vistas son elegantes y bellos.

Los Faraglioni de Capri. Pasar por el agujero, dicen que da buena suerte

Vista parcial de Capri, desde la Piazzetta

Poco antes de llegar a la Costa Amalfitana está Sorrento. Una ciudad pequeña y hermosa, llena de patios con jardines, de hoteles con terrazas que dan al mar, de gaviotas que posan para que las fotografíen. Comida muy napolitana, donde las pizzas y las pastas son de primera. Un oasis de paz y tranquilidad lleno de calles floreadas.

Vista parcial de un cortado con casas, en Sorrento, que se adentra en el mar

Gaviota posando. Al fondo los cortados de Sorrento

También estuvimos en Pompeya. Una ciudad en ruinas que como sabéis fue sepultada por el Vesubio en el siglo I d.c. Una visita que vale la pena y donde se puede, gracias a las excavaciones, ver cómo era la vida de Pompeya, donde además de un Teatro, un Anfiteatro, las tabernas y los prostíbulos, las calles y muchos de sus edificios están bien conservados. Fue puerto de mar, hoy entre las acometidas el Vesubio y los distintos terremotos, la costa del mar se ha alejado diez kilómetros.

Nápoles fue nuestra última parada. Una ciudad muy peculiar. Caótica, sucia y donde conducir requiere un esfuerzo sobrehumano, sobre todo lloviendo –cuando llegamos, la ciudad nos recibió con un diluvio monumental—, y donde los perros y los fumadores se deshacen de sus miserias en cualquier parte.

El Toro Farnesio (Museo Arqueológico Nacional de Nápoles), un excepcional conjunto escultural del S. II a.C.

A pesar de que urbanísticamente Nápoles es caótica y está con muchos de sus edificios despintados y descascarillados, pidiendo un remozado a gritos, tiene una gran historia y como corresponde a una gran capital contiene tesoros únicos. Es el caso del Museo Arqueológico Nacional de Nápoles (el mejor y más completo después del de Londres. Entre sus obras capitales se encuentran: El toro farnesio, el gabinete secreto –cerámicas, pinturas y esculturas eróticas de Pompeya-- y el Vaso azul).

Fauno fornicando con cabra (M.Arq.Nac.Nápoles – Gabinete secreto)

Son visitas imprescindibles, además: el Duomo, el Castel Nuovo, Castel dell’Ovo (ambos castillos tienen una bella planta y recogen gran parte de la historia de la ciudad) y el conjunto urbanístico formado por el Teatro Real, Teatro de la Ópera, la plaza Plebiscito y la Galleria Umberto. Sin duda lugares que dejan huella.

Detalla frontal de la fachada del Duomo de Nápoles

Castel Nuovo de Nápoles

Y hasta aquí un resumen del viaje. De la gastronomía poco hay que hablar, Italia cada vez más, está, con sus pastas y pizzas, presente en nuestras mesas y es muy conocida. Se puede comer decentemente y a buen precio en cualquier sitio.

Falta decir que la gente de esta zona es buena gente, imaginativa, habla mucho, gesticula y a cualquier solicitud contesta de buena gana y sin pestañear. Gente que, como algunos nos han contado, está sufriendo las mismas vicisitudes que nosotros, aplastados, cada vez más, por un gobierno que, como el nuestro, se preocupa sólo por los poderosos y las entidades financieras, siguiendo órdenes germanas.

Salud y República