—¡Ay, mi niño, tráeme dos Brugesic de 600 y un toronjil de esos ricos que tú me preparas a ver si se me pasa esta molienda de huesos que traigo.
—¡Pero, tiíta! ¿Qué le pasó? ¿De donde viene tan esguarañingá?
—De la gira por Barlovento, mi niño. Me hicieron bailar más tambores que a negro cimarrón. Esa gente no tiene límite. Eso era caderazo pa cá y caderazo pa llá. Como tres horas en ese trajín. Todo sea por conservar los pocos votos que aún nos quedan.
Si vieran a la pobre tía Amapola. Parece un mamarracho. Tiene todo el chasis choreto y casi no puede dar un paso.
—Ay, tiíta. Ya le traigo el bededizo y las pastillas. ¿Y ahora, cómo va a hacer para ir mañana a La Chinita?
—Ni me lo recuerdes, mi niño. Ojalá y el Padrino desista de…
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