Rayna Qué Pelazo James
Nashville son estas dos historias entrelazadas y situadas, claro está, en Nashville. Cuna y meca del country, estilo musical que constituye un mundo en sí mismo, con sus reglas, sus tradiciones, sus lugares de culto, sus propios dioses y diosas y unos códigos muy claros. Quizás por esto, por estar encajada en un mundo tan particular, que rezuma tanta fuerza y tanta tradición, la historia de Rayna y Juliette resulta tan apasionante.
Por supuesto, no se puede olvidar la música. Canciones escritas ad hoc para la serie, mezcladas con algunos clásicos del género. Cantadas por sus protagonistas, sin engaños. 'Todo el mundo canta bien en Nashville', podría ser el subtítulo de la serie. Porque no sólo de Rayna y Juliette vive la historia, no. También tenemos a Deacon, antiguo novio y compañero sobre el escenario de Rayna, a Scarlett, sobrina de Deacon, a Gunnar, a Avery... Cada uno de ellos con la misión de representar una faceta del negocio musical.
No nos llevemos a engaños. Nashville no es The Wire ni nada remotamente parecido. Nashville, tanto por su formato como por las historias -que no se nos olvide esa trama de politiqueo sucio- es un culebrón de manual. Pero, ¿qué importa? Las interpretaciones son excelentes, sobre todo, sí, voy a decirlo, la de Hayden Panettiere, la música es buenísima, los episodios se pasan en un suspiro y te dejan con ansiedad de más, y cada fotograma desprende algo que puede ser superfluo, pero que nunca se echa de más si aparece en una serie: elegancia. Nashville es elegante. Fina, que dirían las abuelas. Los protagonistas pueden estar insultándose del modo más arrabalero, clavándose cuchillos por la espalda y lo que queráis, pero siempre con gusto, con nivelazo, con elegancia. Hay miradas que matan, silencios que hablan más que mil palabras, y Nashville es una excelente prueba.
No os la perdáis.