Nathalie Kuperman: 'Sin la gente falta de escrúpulos los jefes no conseguirían sus fines'

Publicado el 15 enero 2012 por Njimenez79

Nathalie Kuperman
(Foto tomada de la web de La Esfera de los Libros)


Hubo un tiempo en que éramos seres vivos, en que al respirar dejábamos algo más allá del vaho en la pantalla del ordenador. Un tiempo en que éramos más que cifras. Más que monigotes en la cola del paro. Ese tiempo en el que la selección natural del ser humano no dependía de lo pelota que pudieras llegar a ser con tu jefe quizá haya pasado a la historia. Puede que un ser vivo, en lo laboral, sea ahora algo más que un corazón que late o un par de pulmones que respiran.
Porque a punto estás de quedarte sin respiración cuando te aprietan el cinturón hasta el punto de ponértelo al cuello a modo de soga. Y ese sinvivir en que se convierte la supervivencia es lo que relata Nathalie Kuperman en Cuando éramos seres vivos (Ed. La Esfera de los Libros), la crónica de un despido anunciado en una gran empresa francesa que nos muestra cómo unos siguen viviendo y otros malviven entre los escombros de un día a día reptiliano en el que mañana siempre será peor que ayer.
-El título, Cuando éramos seres vivos, ¿se refiere a una época en la que los humanos no éramos marionetas de las empresas?
-El título va más allá de la situación de la empresa. Fue a partir de esta frase: "Y pensar que éramos seres vivos" cuando tuve ganas de escribir el libro. Mientras estaba en el metro, tuve la sensación de que la gente que me rodeaba no transmitía la alegría de vivir. Y me sorprendí al pensar que yo misma tampoco transmitía una imagen de felicidad. Tenía el título pero no la novela. El resto vino luego.
-Hay una figura curiosa en la narración, "el coro". ¿Hemos perdido el sentido de colectividad para convertirnos, simplemente, en masa?
-Es cierto que estamos convirtiéndonos en una sociedad cada vez más individualista, orquestada por aquellos que ostentan el poder, por el poder en general. El resultado es que estamos uno al lado del otro, pero solos, mientras que antes existía una manera de estar juntos. En mi libro, el coro es una especie de tentativa de encontrar ese colectivo. La tentativa fracasa, pero tengo la esperanza de que encontraremos un día la fuerza para unirnos en la lucha.
-La han comparado con Amélie Nothomb. ¿Qué le parece?
-Me gusta mucho Amélie Nothomb, y algunos de nuestros libros es verdad que pueden tener temas comunes. Pienso por ejemplo en Estupor y temblores, que es uno de sus mejores libros y que tiene como temática el mundo laboral en Japón. Es curioso porque en Francia jamás nos han comparado. Creo que nuestros proyectos de literatura son diferentes, pero la respeto enormemente.
-Agathe, uno de los personajes protagonistas de su novela, se queja de que ha entregado su vida a la empresa. ¿A qué o a quién se la entregaría usted?
-Agathe se arrepiente de haber dedicado su vida al trabajo porque siente que nadie le reconocerá la inversión de tiempo que ha hecho. Yo siempre he considerado que dedicar demasiado tiempo al trabajo puede ser perjudicial para la salud, y no implica que produzcamos mejor. En mi caso, me ha ayudado el hecho de que siempre he escrito, al margen de mi vida profesional, y escribir era el aspecto de mi vida más importante.
-La DG, la jefa trepa de la empresa, no tiene escrúpulos a la hora de pisar a la gente para conseguir su objetivo. ¿Es un personaje habitual en la vida real?
-Por supuesto. Cualquiera que haya trabajado o trabaje en una empresa conoce a ese tipo de personaje. Si ese tipo de personaje no existiera, los jefes nunca conseguirían sus fines.
-¿Con cuál de los personajes del libro se queda?
-No tengo preferencia por uno de los personajes. Incluso Ariane Stein, por la que sentía una cierta predilección, me ha traicionado. Sentía ternura hacia Agathe, por supuesto, pero está tan posicionada en el papel de víctima... Creo que cada uno de los personajes refleja un aspecto de nosotros mismos en caso de cataclismo: nos preguntamos quiénes somos, cómo reaccionaremos, es la multiplicidad de reacciones posibles lo que se convierte en angustioso.
[Publicado en Diariocrítico]