National Health, el eterno sonido saludable

Publicado el 25 marzo 2011 por Bitacorock

Por suerte para el rock de la más alta estirpe no faltó un melómano comedido -en este caso, un japonés- que a fines de los ’90 y seguramente echando mano al viejo sistema operativo DOS se trenzara en un complejo e intricado diseño. Se trataba nada menos que de construir el árbol genealógico de la numerosa familia de grupos canterburianos y fue así finalmente como el japonés arribó a cierto gráfico luego trasladado a un sitio web bajo el pertinente título "Collapso".

Hete aquí que en ese gráfico y en medio de semejante entramado que se parece más a la red de subterráneos de Londres o París que a un árbol genealógico se perfila infaltable una banda que a muchos les llama la atención precisamente por su nombre: National Health.

Tuve la dicha de apercibirme de lo que había detrás de este estrafalario nombre -para un grupo de rock- desde sus mismísimos orígenes... una vez más, gracias a los programas radiales que saturaban la AM y novel FM entre fines de los ’70 y principios de los ’80. Y tras escuchar esas dos joyas discográficas con las que esta banda instrumental de incasillable sonido se despachó en 1977 y 1978, el nombre National Health supo encaramarse bien alto en mis preferencias canterburianas y rockeras en general. Después de más de tres décadas, debo confesar que aún sigue en el mismo lugar.

Pero... ¿quién se acuerda de National Health hoy? Aferrada al entorno principalmente europeo, virtualmente ignorada en Estados Unidos y sorprendentemente con su primer álbum editado en la Argentina en tiempo y forma, la brillante banda recorrió un corto trayecto cuya huella va borrando injustamente el implacable paso del tiempo.

Es que National Health nunca hizo alarde durante su breve existencia de un lineamiento sólido y estable. Por el contrario, como en toda banda canterburiana los nombres iban y venían... pero qué nombres!

Porque cuando en noviembre de 1973 dos colosos de la familia como Gilgamesh y Hatfield and The North se trenzaron en el escenario londinense en un magnífico octeto, sus respectivos líderes, los tecladistas Alan Gowen (Gilgamesh) y Dave Stewart (Hatfield and The North) comprendieron que una nueva banda conjunta estaba llamando a la puerta.

Sin embargo, no sería hasta julio del ’75 que ese nuevo proyecto cobraría plena vigencia. Inicialmente concebido en términos orquestales, capaz de cobijar dos guitarristas, dos tecladistas, base rítmica y tres vocalistas femeninas, el nombre del grupo se desprendió solo de los anteojitos á la Lennon que usaba Stewart, provistos precisamente por el National Health Service... en criollo, una suerte de PAMI británico, pero corregido y aumentado a elevada potencia.

¿Eran buenas épocas para aventurarse con un grupo de avanzada? ¡Dios libre y guarde! Confiesa Stewart en sus notas: "Justo en el momento en que los medios y el rock británico empezaban a darle la espalda a la música decente para promover en cambio uno de los sonidos más burdos, simplistas, brutales, horribles y estúpidos que se hayan imaginado [el punk-rock], en un ambiente donde la admitida incapacidad para tocar un instrumento era festejada como signo de genialidad, mi amigo y compañero tecladista Alan Gowen y yo decidimos formar un ensamble de rock a gran escala para tocar música intrincada y principalmente instrumental. Era más que seguro que no lo hacíamos para ponernos a tono con la moda".

Por ende, con su nula popularidad ya impresa en su destino, pero con su creatividad lista para hacer historia, National Health asomó en la escena rockera de la mano de los tecladistas Dave Stewart y Alan Gowen, los guitarristas Phil Miller (ex-Hatfield) y Phil Lee (ex-Gilgamesh), el bajista Mont Campbell (ex-Egg), la vocalista Amanda Parsons (ex-Gilgamesh, ex-Hatfield) y, por si no lo conocíamos... el baterista Bill Bruford, por entonces a la deriva tras el desmembramiento de King Crimson.

El poderoso ensamble dedicó todo el resto del ’75 a los ensayos y grabación de un par de demos -que recién en 1996 verían la luz en el CD "Missing Pieces"- y en febrero del ’76 se embarcó en una gira inglesa. El debut no fue precisamente auspicioso: una gripe inoportuna privó a la vocalista Parsons de la mayoría de los shows y Phil Lee abandonó el lineamiento siendo momentáneamente reemplazado por Steve Hillage (ex-Egg, ex-Gong). Por fortuna, Bruford esperó completar la gira para luego emigrar por un tiempo al Genesis post-Gabriel y cubrir el recorrido de la banda por diversos escenarios del hemisferio norte. El audio que sigue es apenas una muestra del potencial de la fugaz formación Stewart-Gowen-Miller-Hillage-Campbell-Bruford sobre un escenario.


También Campbell enfundó su bajo poco después... y la próxima novedad -temporaria, eso sí- encontró al ex-bajista de Gilgamesh, Neil Murray y otra vez a Bruford al frente de la base rítmica. Muchos ensayos, pocos shows... y finalmente tras una nueva gira inglesa, el inquieto Bruford dijo de nuevo chau, antes de que el suculento proyecto Wakeman-Wetton-Bruford se marchitara antes de nacer.

Nuevamente buceando por los saldos y retazos de los dos grupos mentores, el par Gowen-Stewart encontró la perla que faltaba para los bombos y platillos, ciertamente un digno sucesor de Bruford: el ex-Hatfield, Pip Pyle.

Hacía ya casi dos años que National Health venía paseando su intricada música por oídos selectos y los ofrecimientos de las compañías discográficas brillaban por su ausencia. Quiso el destino que justo llegara uno de Charly Records cuando Gowen y Parsons ya eran historia antigua en el lineamiento del grupo.

Sin embargo, ambos participaron como invitados en el demorado álbum debut que Stewart, Miller, Murray yPyle comenzaron a grabar en febrero de 1977 y del que también tomarían parte otros ilustres sesionistas canterburianos como Jimmy Hastings (flauta y clarinete) y John Mitchell (percusión).

Compuesto por cinco extensos temas (cuatro de Stewart y uno de Gowen) el álbum epónimo "National Health" apareció originalmente en octubre de 1977 y dos años después se vendía la edición argentina bajo el número de serie MH 14.417 de Sicamericana. Previsible fracaso comercial, pero preciado diamante en bruto del que nos ocuparemos oportunamente, el disco combina una impresionante mezcla de rock y jazz salpicada por ahí con la voz de Amanda Parsons y arriba a un resultado final que no es ni rock, ni jazz, sino una amalgama ultra-creativa y experimental, muy bien tocada y generadora de intensos climas sonoros.

Durante el resto de ese año el grupo ofreció numerosos conciertos en la BBC y en más de una ocasión se unieron invitados de lujo, como el ya legendario caravaniense Richard Sinclair en voz y los vientistas Jimmy Hastings y Lindsay Cooper (ex-Henry Cow).

Precisamente otro miembro de Henry Cow reemplazaría a Murray a comienzos del ’78: el bajista, pianista y cantante John Greaves. La banda se embarcó en una nueva gira europea y en julio del ’78 inició la sesiones de grabación del segundo álbum, que una vez más contaría con el aporte de Hastings, la ex-bajista y chelista de Henry Cow, Georgina Born y demás sesionistas invitados. Otra perla de colección que también reseñaremos muy pronto, "Of Queues and Cures" se inclina aún más hacia la improvisación y el estilo experimental, tendencias ya obtusas y desusadas en épocas en que la escena rockera se dejaba llevar por la fiebre del sábado a la noche danzando al compás del punk y la música disco.


Las ex-Henry Cow, Cooper y Born, finalmente se unieron al lineamiento definitivo de National Health en septiembre del ’78. Pero era demasiado tarde. A pesar de promisorios ensayos, Stewart no se mostró conforme con el rumbo experimental que estaba distinguiendo el sonido de la banda y partió hacia el grupo de Bruford, con el que grabó sus tres discos de estudio, "Feels Good to Me" (1978), "One of a Kind" (1979) y "Gradually Going Tornado" (1980).

En 1981, ya desencantado con el sonido progresivo y encandilado por la corriente pop de los ’80, Stewart formaría un exitoso dueto con su futura esposa Barbara Gaskin, ex-vocalista de la banda folk Spirogyra. Cultores de lo que describe como "música pop inteligente" hasta el día de hoy la pareja sigue grabando discos y brindando conciertos en escenarios que le son tan populares como Estados Unidos y Japón.

Tras la partida de Stewart, el enroque en National Health fue interesante: su amigo Gowen regresaba a filas después de dos años de ausencia. Sin embargo, no habría más álbumes, sino giras por Europa y Estados Unidos durante 1979. Pero posiblemente el estigma de la banda se había esfumado con Stewart porque sus miembros decidieron separarse al arribar de una gira escandinava. Corría marzo de 1980.

O tal vez del destino de National Health estaría irónicamente sellado precisamente por... un problema de salud. Ese mismo año Alan Gowen enfermó de leucemia y murió a los 33 años en mayo de 1981. La infortunada circunstancia y la gran cantidad de material inédito que dejaba Gowen motivó a Phil Miller para reunir National Health junto a Stewart, Greaves, Pyle y viejos amigos como Parsons, Hastings, Sinclair y el ex-Soft Machine, Elton Dean.

De esta reunión salió el álbum "D.S. al Coda" en 1982, enteramente dedicado a la memoria de Gowen y compuesto por temas de su autoría escritos entre 1979 y 1981, a excepción de "Arriving twice" y "TNTFX", perteneciente a sus épocas con Gilgamesh. Pero la reunión sería nada más que un esfuerzo en solitario y National Health cerraría definitivamente sus puertas tras la edición de su álbum tributo.

A partir del desbande, y como siempre ha sido natural en la comunidad canterburiana, los rumbos de sus ex-miembros volvieron a cruzarse una y otra vez, ya sea en nuevos emprendimientos como In Cahoots (Miller y Pyle junto a Sinclair, Hopper y Dean), discos solistas (Miller, Pyle, Greaves) y hasta en la reunión de 2005 de Hatfield and The North, con Miller, Pyle y Richard Sinclair, cuyos conciertos del año siguiente hubieron de sucumbir trágicamente tras la sorpresiva muerte de Pip Pyle en agosto de 2006.

En fin, cierto es que ya no habrá más National Health, al menos en su lineamiento original. Pero también es cierto que a estas joyas olvidadas y cubiertas de polvo las desentierra un oído atento y siempre ávido por los sonidos más desafiantes.

Mientras exista ese oído, el invalorable legado que nos dejaron estos genios permanecerá a buen resguardo.