Aquí estamos luchando cada día, cada uno por sí, todos por todos, con la palabra antigua y el afán de hoy, dándonos a empujones, a codazos, de esta sangre tenaz, desamparada y firme.
No hay nadie libre en este tiempo. Somos cadenas de dolor y agonía, de parto, de ilusión, de amor rabioso, unos contra otros, parapeto y brecha en la lucha de todos para uno.
Es de idiotas preguntarse y volver la cabeza. Ayer no existe. ¿Es la aurora un paraíso, un ángel, un demonio, aquel dios de otra vida?
Sólo padecemos asco. Un asco que domina de tanta conjugación de símbolos y nombres. Sólo furor de sangre que seca las gargantas y atenaza el dolor de ser vivos, y la lucha por dar a otros nuestra imagen cierta.
Gritamos a toda adolescencia que se yergue de la palabra. Rompe el cerco. Di tu palabra para que otros esperen y confíen en la raíz de la sangre venturosa, y llegue pronto el día de la verdad escueta, desnuda y poderosa como la muerte misma.
José María Fernández-Luna(De De profundis).