Nuevamente nos hemos vuelto a embarcar en una de nuestras líneas de crucero favorita hasta la fecha, hemos regresado otra vez a Holland America Line. Después de haber navegado en el ms Eurodam y en el bonito y coqueto ms Zaandam, para esta increíble aventura por unos de los archipiélagos más espectaculares del Pacífico sur embarcamos en el ms Oosterdam, un barco de la clase vista que posee una decoración de interiores especialmente elegante, predominando las barandillas doradas y los colores pasteles y tonos suaves, una gran profusión de lienzos y obras de arte y con una impactante decoración del atrio principal presidido por un espectacular globo terráqueo. Por otra parte teníamos cierta curiosidad por conocer si, en una época de aguda crisis bastante complicada económicamente hablando en la que se suele hacer bastantes ajustes, la compañía seguía en la línea de calidad que la caracterizaba en anteriores años. Y ciertamente puedo decir que se mantiene en la misma línea que aún la caracteriza.
Pero para todo ello antes teníamos que volar a la otra parte del mundo, a las antípodas, en un viaje que nos llevó 34 horas entre los diferentes vuelos y las esperas en aeropuertos. El hecho de aterrizar en Sydney a las siete de la mañana nos permitió disfrutar de todo el día en la ciudad, superando el brutal "jet lag" con grandes dosis de emoción y unas ganas locas de explorar nuevos territorios. Y así durante los seis días que permanecimos en Australia. Pero otra de las partes muy importantes de este fabuloso viaje, y la más larga, iba a ser un magnífico crucero de quince días de duración navegando por el Mar del Coral, y en el que visitaríamos los archipiélagos de Nueva Caledonia, el remoto y todavía semi virgen de Vanuatu y el exótico archipiélago de las Islas Fiji. Reconozco que cuando ya tuve la reserva en firme tanto de los vuelos como de este lejano crucero en Holland America nos invadió el nerviosismo y la excitación. Y qué extraordinaria sensación es.
Otra de las cosas positivas fue encontrarnos con un ms Oosterdam en muy buen estado de salud. Cuando uno embarca en un barco con más de una década a sus espaldas, puede encontrarse con un barco oxidado y muy gastado en los interiores si no ha seguido un exhaustivo programa de mantenimiento. Pero como he dicho no era el caso del Oosterdam, que sólo presentaba el desgaste natural de todos estos años de navegaciones, sobre todo en las tapicerías de algunos sofás y en las tumbonas de piscina ya que algunas no estaban en buen uso, pero todo impecablemente limpio y las cubiertas sin un sólo punto de óxido. En realidad todo el crucero transcurrió de una forma maravillosa en todos los aspectos, en todo menos en uno, aunque desde luego un problema no desvirtúa el resultado final del mismo . Al fin y al cabo un borrón lo echa hasta el mejor escribano. Al final todo quedó solucionado y tampoco viene al caso rememorarlo.
Pero si por algo destacó la experiencia en el Oosterdam fue por la elaborada oferta gastronómica que por otra parte caracteriza a Holland America. Los desayunos en el bufé fueron variados con multitud de opciones para elegir, destacando los diferentes gustos de huevos benedictine, sabrosísimas tortillas elaboradas al instante bajo demanda, variada bollería, tortitas, frutas, lácteos, salmón ahumado y muchas más opciones, no habiendo demasiados problemas a la hora de conseguir mesa . Las comidas también daban satisfacción al más exigente, con carnes y pescados, pastas, pizzas, sushi (éste no demasiado logrado), y diferentes verduras, ensaladas varias y rincón asiático. En fin, que siempre es posible encontrar algo del gusto. Y todo eso en lo que se refiere al bufé Lido. Pero si alguien aún no encuentra satisfacción en el bufet Lido, o si está tomando el sol o dándose un baño en la piscina central y no desea ir muy lejos para llevarse algún bocado a la boca, en la zona de piscina se dispone de un buen surtido bufet de comida mexicana, y la omnipresente parrilla de hamburguesas y perritos calientes hechos al momento.
Mención a parte merece también el restaurante alternativo de cargo adicional del Oosterdam, el Pinnacle Grill, un soberbio restaurante de estilo francés, con una variada carta, un gran servicio y atención donde poder celebrar una velada especial. Pero una vez en cada crucero, este fantástico restaurante se convierte sólo por una noche en el afamado restaurante de Nueva York "Le Cirque". Toda la estancia intenta recrear el ambiente de este local neoyorquino, desde la cubertería y vajilla original hasta la moqueta de entrada al restaurante, y cómo no, su carta de platos y vinos.
Y desde luego que nosotros no queríamos dejar pasar la oportunidad de disfrutar de esa experiencia, aunque el cargo extra lo encontré algo excesivo. Para ello, y por si nos encontrábamos con problemas de mesas, lo reservamos previamente al crucero a través de la web de Holland America, con lo que nos garantizamos no quedarnos sin probarlo (doy fe de que se llena por completo). Y una vez hecho tengo que reconocer que disfrutamos de lo lindo. Siempre acudir a un comedor más íntimo hace la experiencia más especial, en eso creo que no hay la menor duda, pero si es en el Pinnacle a bordo del ms Oosterdam que posee una decoración tan espectacular, original y elegante, sólo hace falta unos buenos platos y una exquisita atención de nuestros camareros para que el resultado final sea memorable. Y así fue.
En honor a la verdad debo decir que la elección de los platos nos resultó muy sencilla. Cuando nuestro simpático y amable camarero turco, al que le quedaba acabar ese crucero para terminar contrato y regresar a su adorada Estambul, nos tomó nota de nuestra elección de platos, se limitó a escribir los que habían hecho famoso al restaurante Le Cirque en la Gran Manzana. Y como una imagen vale más que mil palabras (o eso es lo que se dice), estos son los exquisitos platos de los que disfrutamos aquella inolvidable noche navegando en busca de la paradisíaca Isla de los Pinos en Nueva Caledonia, a través del lejano Mar del Coral.
Un aperitivo antes del entrante
Ensalada de langosta "Le Cirque"
Crema de calabaza con arándanos y salvia con chantilly. Este preparación nos arrancó unas sonrisas, ya que te presentan un plato con los arándanos, la salvia y el chantilly nada más, con lo cual la sorpresa es mayúscula. Pero en un momento regresan con la crema de calabaza y la vierten hasta casi cubrir los arándanos. No fuimos los únicos con cara de sorpresa, ya que ésta fue generalizada en todos los comensales que habían elegido la crema de calabaza, incluso de estupor como en el caso de una señora de una mesa cercana a la nuestra.
La crema de calabaza verdaderamente sabrosa
Un excepcional "Chateaubribriand" cortado "in situ" por el camarero.
"Crème brûlée" Le Cirque
Soufflé de chocolate
El final de una inolvidable velada con champagne para acompañar los postres
Y también como es nuestra costumbre, acudimos en varias ocasiones al teatro del Oosterdam para disfrutar de los espectáculos nocturnos. La mayor parte fueron montajes de musicales en los que actuaban los cuatro cantantes del Oosterdam, junto al nutrido grupo de bailarines. En su mayor parte, estos musicales fueron imitando el estilo de Broadway, y aunque estaban entretenidos y bastante bien ejecutados con algún montaje escénico bastante vistoso, cuando se ha navegado en muchas ocasiones a bordo de barcos de crucero es raro que algo pueda llegar a sorprender. Pero siempre agrada acudir en alguna ocasión tras la cena, para acabar la velada tomando una copa en el Crown´s Nest en la cubierta más alta del Oosterdam.
En el resto de actividades, entretenimientos y música, sin duda el de mayor éxito el piano bar, donde en esta ocasión la pianista interpretaba con gran acierto los temas que desde la barra que hay alrededor del piano le solicitaban los huéspedes, incluido yo mismo, poniéndola en un ligero aprieto cuando la solicité el "don´t you forget about me" de los Simple Minds, a tenor de su expresión en el rostro. Pero lo hizo y quedó bastante lograda la interpretación. Por supuesto, como es habitual en Holland America, no faltó la música clásica en sus salones y loungues en forma de cuarteto de cuerda, y la socorrida orquesta que daba animación a las noches de baile o amenizaba la zona del lido de piscinas en las salidas de puerto. También hubo en esta ocasión un pequeño equipo de animación (muy muy pequeño) que junto al joven director de crucero puso en marcha en alguna ocasión algún juego en la zona de piscinas. Quizás por la predominancia de pasaje australiano, porque en realidad no es algo que el pasajero de Holland demande ni mucho menos.