El encendido de luces en las calles nos anuncia la llegada de las fiestas. Se inicia la época del año más familiar, más casera y más solidaria. Pero el inicio de la Navidad esconde también un mensaje de consumo, nos hace pensar que tenemos que empezar a comprar regalos, amigos invisibles, ropa y comida. La televisión, internet, los carteles publicitarios y los escaparates de las tiendas nos bombardean constantemente durante esta época, convenciéndonos de que lo normal y adecuado es comprar y gastar y que, si no lo estamos haciendo, ya vamos tarde.
En contraposición a esta corriente consumista, cada vez más oímos hablar de la compra responsable de regalos, sobre todo de los más pequeños. Que los niños reciban menos regalos hará que los disfruten y valoren mucho más. No es tan frecuente, sin embargo, oír hablar de consumo responsable a nivel alimentario. Del mismo modo que nos estamos concienciando poco a poco que la compra de regalos debe ser controlada y consciente, deberíamos hacer un ejercicio similar con la compra de comida.
A finales de noviembre los supermercados ya se llenan de todo tipo de dulces, turrones, chocolate y productos gourmet de todo tipo. Las grandes cadenas de supermercados parecen decirnos que por estas fechas tenemos que comer de forma muy diferente a otros meses del año, y se encargan de mostrarnos por todos los pasillos opciones y más opciones de este tipo de productos. Esto puede propiciar cambios en nuestra compra, que harán que este tipo de alimentos estén presentes en casa mucho antes de que empiecen las fechas señaladas.
Pero, ¿realmente es necesario comprar tanta comida?
Si nos ponemos a pensar, los días en los que comemos diferente del resto del año son los festivos, que dependiendo de las tradiciones de cada uno, se moverán entre unos tres y unos diez días, en función de si celebramos o no todas las fiestas o si tenemos cenas de amigos o empresa. Además, muchas de estas comidas las haremos fuera de casa, ya sea porque vamos de invitados a casa de alguien o porque comemos en algún restaurante. Por lo tanto, si nos fijamos en las necesidades reales de compra de comida, probablemente no serán tan altas como el entorno nos quiere hacer pensar.
Una compra impulsiva puede hacer que nos plantemos a inicios de diciembre con una cantidad de comida por encima de lo que necesitaremos.
Esto puede propiciar el inicio precoz del consumo de estos alimentos y en consecuencia, puede desplazar el consumo de alimentos saludables que formaban parte de nuestra alimentación antes de la locura navideña. En definitiva, puede pasar que empecemos a comer de forma no muy saludable a inicios de diciembre y no paremos hasta principios de enero. Para evitar esta situación, os daremos algunas recomendaciones.
Lo primero que tenemos que hacer es valorar de forma objetiva la cantidad de alimentos que debemos comprar. Como ya sabemos, lo más útil es hacer una lista antes de ir a comprar y una vez allí seguirla, intentando no perdernos en otros reclamos. Hacer una lista de la compra favorecerá la reflexión y evitará que compremos por impulso.
Para ponérnoslo aún más fácil, es mucho más aconsejable ir a comprar al mercado, ya que aparte de fomentar el consumo de proximidad, la compra será mucho más específica y será más difícil acabar comprando cosas que no necesitamos. Si vamos a la frutería, la carnicería o la pescadería difícilmente compraremos dulces, bombones o polvorones. En cambio, si vamos a una gran superficie este tipo de productos nos perseguirán hasta que lleguemos a la línea de cajas.
Una vez ya estamos inmersos en las comidas, lo mejor que podemos hacer para disfrutar de la comida es practicar la ingesta consciente. Comer siguiendo nuestras señales de hambre, de forma lenta, saboreando cada plato y respetando la señal de saciedad nos permitirá disfrutar los alimentos sin quedar empachados.
Por último, debemos ser conscientes de que la Navidad no debería ser sinónimo de comida. La Navidad y las fiestas son mucho más que reuniones donde se come. Son encuentros con familia y amigos donde el objetivo principal debe ser compartir instantes y charlas que en otros momentos del año tal vez no tenemos la oportunidad de disfrutar. Así pues, desviar un poco la atención de la comida y centrarla en la compañía también nos puede ayudar a dar a la comida la importancia que realmente tiene.