Después con faroles y cantando villancicos nos íbamos a la misa del Gallo. Lo primero que hacia el Rector de la iglesia Don Tomás, era bendecir y dar la bienvenida a los bebes nacidos ese año. Cuando acababa la misa, la madre de Don Tomás había preparado dos mesas llenas de duces, pasteles de boniato y de cabello de ángel etc. Para los adultos mistela y anís para que se fueran contentos para casa. Y por último Don Tomás, se ponían en la puerta de la iglesia junto con su madre para despedir uno por uno a los asistentes a la misa. Y a mí como siempre me daba un tirón de orejas, me decía “no seas malo o los reyes no te dejaran nada”. La verdad que era muy travieso y le hacía más de una al cura. Recuerdo con mucho cariño esa Navidad porque fue la última que celebramos en la alquería. Mis padres se habían comprado un piso en el barrio de Patraix y por desgracia mi padre poco lo disfrutó, ya que solo habían pasado dos años de esta Navidad cuando murió de un derrame cerebral.
Pero esta Navidad va a ser la de los pobres, nuestro cerebro asocia la Navidad con felicidad, regalos, fiestas, colores, luces y un sin fin de cosas alegres. Sin embargo, en el mundo hay millones de personas que no pueden ser parte de estas celebraciones tan marcadas por el consumismo. Sobre todo este año por culpa del Covid y de la gran crisis económica que estamos viviendo. Para los pobres del mundo, esta época es muy triste o simplemente no tienen Navidad. Su condición de vida no les permite siquiera hacer una modesta cena navideña, mucho menos comprar ropa, juguetes o adornos. Y no nos podemos olvidar de ellos, aunque sea poco lo que podamos dar "toda piedra hace pared" y lo poco, acaba convirtiéndose en mucho.
Y no quiero acabar sin decir que he cumplido dos propósitos que me propuse en el último cambio de año, hacerme donante de órganos y ser socio de la Asociación contra el Cáncer de España.