Issy Randall, la orgullosa propietaria del Cupcake Café, es feliz. Su negocio va viento en popa y está rodeada de amigos. Pero su novio Austin le anuncia que quizá deba trasladarse a Nueva York por razones de trabajo, e Issy se pregunta si podrá soportar una relación sentimental a distancia.Mientras tanto, la Navidad se acerca y sus compañeras en la pastelería, Pearl y Caroline, están abrumadas ante el previsible aumento en la demanda de sus famosos cupcakes. Issy siente que la presión empieza a pasarle factura, precisamente cuando debe decidir qué es lo más importante en su vida.Tendrá que procurarse dosis extra de sensatez, buen humor, azúcar y canela para encontrar la manera de seguir siendo feliz.
Cuando he leído un libro que me ha gustado me siento dividida si sale una segunda parte; por un lado me alegra saber más de los personajes, pero también me entra una duda: ¿estará a la altura de la primera novela?
En este caso, volvemos al Cupcake Café de Issy Randall. Su negocio se ha afianzado gracias a su pericia en la elaboración de los cupcakes y el café se ha convertido en el corazón del barrio. Su unión con Austin va viento en popa y por fin disfruta de una relación plena y satisfactoria. Pero nada es eterno, cuando Austin debe viajar a Nueva York por motivos laborales en una fecha muy cercana a la Navidad, Issy teme que el futuro de su novio podría estar al otro lado de un océano y la incertidumbre la empuja a preguntarse si su relación sobrevivirá a la separación. Por su parte, se le presenta a Austin una magnífica oportunidad de escalar en su carrera en el mundo de la banca, pero sabe que aceptar esa propuesta conlleva un sacrificio por parte de las dos personas que más ama: su novia Issy y su hermano Darny. Y mientras Austin se deja seducir por la magia de Nueva York, Issy tiene que lidiar con un niño rebelde de once años, un negocio y el miedo a perder a su novio.
Esta segunda parte reúne casi todos los personajes que dieron vida al entrañable Espérame en el
Por muy sorprendente que pueda parecer, la superficial Caroline, también empleada de Issy, arrastra su complicado divorcio, hasta ahí, nada nuevo. Aun así es de los pocos personajes que madura y aprende de sus errores, pero solo al final y de manera muy sutil. A pesar de su temperamento egocéntrico y materialista, es de los personajes que más me gusta por sus giros sorprendentes donde deja entrever una generosidad inesperada. Creo que se merecía más protagonismo.
El otro es Helen, la amiga de Issy, que lidia con los avatares de la maternidad ocultando cierta frustración.
En cuanto a Issy y Austin, siguen siendo tan entrañables, en su esencia no han cambiado un ápice. Son personas desinteresadas, acostumbradas a anteponer las necesidades y los caprichos de los demás a sus propios deseos.
Jenny Colgan nos ofrece otra historia sencilla que se desarrolla sin grandes sobresaltos, donde prevalecen los problemas de la pareja. Estos se centran casi en su totalidad en las complicaciones de la separación: comunicación, confianza, prioridades y renuncia, por encima de los logros personales. Issy y Austin se encuentran en una encrucijada: en el caso de Austin el dilema es el paro junto a Issy o una anhelada y prometedora carrera en Estados Unidos en solitario; en el de Issy, despedirse del sueño por el que tanto ha batallado o dejar marchar al hombre que le ha brindado con tanta generosidad un amor sincero. La duda los irá separando mucho más que la distancia, pero en lugar de luchar por cumplir un sueño común, como fue el caso de Issy en la primera novela, aquí todo cae por su propio peso ya que son una pareja bastante pasiva que se deja llevar por los acontecimientos y los consejos de los demás.
En cuanto a los pocos personajes nuevos, pueden llegar a ser clichés muy manidos, aun así se pasa por alto porque el conjunto es lo que importa.
En conclusión, he disfrutado de la novela a pesar de esos puntos algo débiles porque me gusta el estilo sencillo y realista de Jenny Colgan, y porque sus personajes son de los que enamoran por la ternura que desprenden. Ha sido como reencontrarse con unos amigos entrañables que no han cambiado. Navidad en el Cupcake Café desprende sencillez, espontaneidad, frescura, compañerismo y amistad. Ha sido un placer volver a un lugar tan cálido, y si la poca evolución de los personajes podría parecer un inconveniente, para los que se enamoraron de esa pequeña comunidad, es una delicia compartir el día a día de todos ellos.
En cuanto al final… es cierto que es un final cerrado, pero no me sorprendería que hubiese una tercera parte.