El mundo cabe en una sonrisa
Hace unos 3 años tuve la oportunidad de volver hacia las hermosas pero duras sierras de Huancavelica. Ya había ido poco antes porque me parecía un lugar perfecto al estar fuera de toda ruta turística. Una de las experiencias más interesantes fue haber llegado allí viajando en el increíble TREN MACHO.
Esta vez volvería pero el motivo sería distinto: junto a los chicos de la agrupación REGALEMOS UNA SONRISA (RUS), un gran grupo de gente joven cuya cercanía me deja sabor a esperanza porque me hace ver que la honorabilidad, la honradez y la bondad aún son posibles, escogimos unos pueblos de esa deprimida zona de los andes peruanos para llevar a cabo la “campaña navideña” del 2008. Un año antes ya habíamos ido hacia TUPE, un pueblo en las sierras de Lima que había sido devastado por un terremoto y pudimos hacer por los niños de ese pueblo algo que no me esperaba: reírnos con ellos, hacerles jugar, saltar, olvidar por un momento el dolor.
Y allí estábamos, emocionados en el bus de CRUZ DEL SUR rumbo a HUANCAYO donde nos esperarían unos coches que nos llevarían hasta los pueblos de Huancavelica que planeábamos visitar: HUAYLLAHUARA, SANTA ROSA DE OCCORO y PILCHACA. Habíamos pasado toda la temporada vendiendo tazas, llaveros, polos; pidiendo ayuda a los amigos y familia; haciendo campeonatos de fulbito, comprando juguetes, chocolates, panteones; robándole tiempo al tiempo por eso el día en que partimos aún todo parecía mentira.
Llegamos a Huancayo y acomodamos las cosas dentro de los carros. El grupo se iba a dividir, 10 se irían hacia SANTA ROSA DE OCCORO y los otros 10 nos iríamos a HUAYLLAHUARA. Ambos son pueblos que por su ubicación tienen contacto con Huancayo, capital del departamento de JUNIN, más que con la propia capital del de HUANCAVELICA. Por fin ya todo estaba listo, nos abrazamos fuertemente y deseamos mucha suerte.
El Station Wagon en el que íbamos parecía un ínfimo puntito blanco en medio de los caminos de esas sierras, de las más agrestes y duras. Aunque salvaje, la belleza de esta tierra es descomunal. Bien escoltados por el MANTARO, que discurría abajo, al final del precipicio, íbamos hablando y otras veces en silencio mirando las majestuosas montañas y el sinfín de los abismos. El silencio se hizo más incómodo cuando en el camino nos detuvo un convoy policial. Con sus metralletas en ristre, mirando con desconfianza, los policías pidieron documentos a los conductores, hicieron preguntas y luego nos dejaron pasar. Las vías más difíciles de controlar en Huancavelica, como aquella en la que estábamos, estaban siendo usadas como salida de la droga que se produce en el VRAE (Valle del Río Apurímac y el Ene), por eso la desconfianza, pero sobre todo por un tema terrible: las atroces emboscadas que los policías habían sufrido por parte de los narcoterroristas en la zona. Seguimos camino.
Rumbo a Huayllahuara
Sierras de Huancavelica. Rumbo a Huayllahuara
Entrando en Huayllahuara. Huancavelica - Perú
Huayllahuara. Huancavelica - Perú
Huayllahuara. Huancavelica - Perú
Dos horas y media después de haber dejado Huancayo llegamos a HUAYLLAHUARA. Nos fuimos a la casa de DOÑA PAULINA quien nos iba a cobijar; ella es una señora de trenzas muy grandes y con un gran sentido del humor. Usamos los dos pisos y tendimos las bolsas de dormir y los colchones que la gente del pueblo había prestado para nosotros, acomodamos las cosas y comimos un buen almuerzo preparado por la dueña de la casa.Casa de doña Paulina, donde nos hospedamos en Huayllahuara. Huancavelica - Perú
Junto a doña Paulina. Huayllahuara. Huancavelica - Perú
Fuimos hacia la Posta Médica, donde Vannesa, la enfermera del pueblo, nos esperaba. Joven limeña, amable y encantadora, a quien la gente del lugar estimaba mucho. Hablaba con esa calma de quien ya ha aprendido a vivir al lento ritmo del tiempo serrano. Llegó a Huayllahuara para hacer sus prácticas de enfermería por unos meses y ya tenía allí 6 años. Nos pusimos manos a las obras: abrimos las cajas de panetones (pan dulce) y los cortamos y embolsamos. Al acabar nos fuimos a andar por las calles de Huayllahuara y a reconocer los sitios en los que íbamos a estar con los niños.En la posta médica empaquetando panetones. Huayllahuara. Huancavelica - Perú
Vista de Huayllahuara. Huancavelica - Perú.
Niño de Huayllahuara. Huancavelica - Perú.
Recorriendo Huayllahuara. Huancavelica - Perú.
En la noche mama Paulina nos sirvió una sopa caliente que nos ayudó a contrarrestar el frío y nos fuimos a caminar y encontramos de nuevo a Vanessa. Me contó que al día siguiente era su cumpleaños. Hablamos mucho y la dejamos en la casa en la que vive y por el camino rodeado de eucaliptos, alumbrados por las linternas, nos pusimos a cantar cuanto “éxito” se nos ocurriera hasta que pensamos en que sería una buena idea darle una sorpresa a Vanessa y ofrecerle “una serenata”. Volvimos a salir, fuimos hasta los pies de su balcón y a cantar… la sacamos de la cama emocionada, se vistió y salió con nosotros para ir a pasarla por allí.Amaneció con lluvia. Nuestras caras de preocupación se notaban, ¿cómo hacer para entretener a los chicos bajo tan fuerte lluvia? Después del desayuno llevamos las cajas de regalos y panetones hasta el campo de fútbol del colegio. Mientras tanto, a lo lejos, en los caminos que descendían desde los cerros, se veían movedizos puntitos multicolores: eran los niños que venían desde otros pueblos a ser parte de la fiesta. La lluvia no amainaba; felizmente el director del colegio nos ofreció el auditorio y fuimos a decorarlo y alistarnos inmediatamente.
Ordenando a los niños antes de empezar la celebración. Huancavelica - Perú.
Niños de Huayllahuara. Huancavelica - Perú.
Niños de Huayllahuara. Huancavelica - Perú.
Los chiquillos empezaron a entrar y comenzó la alegría. Anita, una chica a quien considero una especie de “fuerza de la naturaleza” por lo incansable y entusiasta, animó la velada y mantuvo hechizados a los chicos a quienes hizo mover y cantar como locos. Era increíble estar allí, pensar que en ese rincón del mundo algo así estaba pasando. Todos conectados por una misma intención, tirando para el mismo lado; tantas cosas tan oscuras en nosotros, en los demás, tanta abominación que lo tiene a uno siempre con magras ideas en la cabeza y de pronto unos niños sonrientes, ávidos de alegría, que te dicen “tío”, te traen abajo la arquitectura de sombras que te has puesto en el corazón. Vamos, un baño de luz para el alma y a olvidarse de lo que pase en 100 kilómetros a la redonda que hoy el mundo es un poquito mejor.Y empezó la celebración... Huayllahuara. Huancavelica - Perú.
Huayllahuara. Huancavelica - Perú.
Huayllahuara. Huancavelica - Perú.
Huayllahuara. Huancavelica - Perú.
Huayllahuara. Huancavelica - Perú.
Las madres llegaron con sus bebés cargados, habían dejado la faena en el campo por unas horas; a algunas se les notaba muy pobres. El chocolate en caja y los panetones empezaron a ser repartidos y todos parecían conejos masticando hierba: cientos de bocas al mismo tiempo moviéndose.Huayllahuara. Huancavelica - Perú.
Huayllahuara. Huancavelica - Perú.
Huayllahuara. Huancavelica - Perú.
Huayllahuara. Huancavelica - Perú.
Huayllahuara. Huancavelica - Perú.
Llegó la hora de los regalos y todo fue ojitos abiertos y emocionados. Ordenados pasaron uno a uno y con velocidad rompieron los papeles de regalo mientras sus sonrisas se iban grabando en nuestras memorias.Huayllahuara. Huancavelica - Perú.
Huayllahuara. Huancavelica - Perú.
Huayllahuara. Huancavelica - Perú.
Huayllahuara. Huancavelica - Perú.
Huayllahuara. Huancavelica - Perú.
Y ahí estaban, pegando la vuelta a sus anexos, a sus faenas en los campos, a la rudeza de la sobrevivencia. Quizás no hayamos cambiados sus vidas, ni transformado una realidad terrible como es la pobreza en la que viven pero creo que la breve, la pequeña, sonrisa en un rostro maltratado vale la pena cualquier esfuerzo; fútil, minúsculo.Continuará…
Pablo
Huayllahuara. Huancavelica - Perú.