Cada año, antes de Navidad, subimos al desván para desempolvar y colocar por toda la casa aquellos objetos que sólo por estas fechas son útiles: el viejo árbol, que va perdiendo ramas año a año; las bolas decorativas que han perdido su color; las guirnaldas que podrían pasar por sogas; el arcaico tocadiscos que sólo funciona con los villancicos de Raphael; el belén roído por el paso del tiempo y la antigua mecedora que ya no se balancea. Seguimos así la tradición, que por mandato testamental, nos enseñó el abuelo. A él también lo colocamos, al pobre este año le falta un brazo.Texto: Nicolás Jarque Alegre
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