Navidad, tiempo de lectura
María Jesús Mayoral Roche Positano, 5 de octubre de 1995
Hoy he paseado descalza por la desierta playa de Positano, las juguetonas olas me han chipiado: necesita sentir la vida. Ya sabes a qué me refiero: al brindis en compañía de mi sola persona. He descubierto un hotel coqueto y acogedor, en su terraza bajo unas enormes sombrillas bamboleadas por la suave brisa he ojeado un periódico italiano a la vez que saboreaba un cremoso capuccino. Me pides en tu carta que te recomiende lecturas, esas lecturas que yo empleo como terapia. Reconozco que la lectura puede ser una excelente cura, pero no surte el mismo efecto en todas las personas. Los ha que leen sin detenerse y ya está; el resultado es que no les queda nada de lo que han leído. De nada sirve leer sin asimilar, de nada sirve leer sin aprender algo; aunque ya he asumido que la lectura en los últimos tiempos se ha convertido en un entretenimiento y poco más.
Los hay que acostumbran o acostumbramos a leer varios libros a la vez. Me gusta llevar un libro en el bolso, tener otro en la mesita de noche y dejar alguno a medias en la mesa del despacho. Hay un libro para cada ocasión: un libro acompañante de viaje, un libro inductor al sueño, un libro como consuelo, un libro amigo, un libro de evasión, un libro para la reflexión… Baste una enumeración a modo de ejemplo, ya que la clasificación puede hacerse todo lo extensa que uno quiera y en función de sus gustos.
Si los desplazamientos diarios los hacemos en metro o autobús, la lectura debe ser ligera. En los largos recorridos en tren, una buena biografía puede hacernos el viaje ameno. A la sombra de un árbol cualquier lectura se hace placentera, podemos escoger desde un buen texto filosófico para aquellos que les gustan las narrativas de cierta enjundia, hasta una buena novela. Nada mejor que un buen autor clásico en la cabecera de la cama que nos sumerja en el ensueño, sobre todo en estos tiempos que nos toca vivir, con esto no quiero decir que los clásicos sean aburridos; sino que pueden aportarnos el sosiego previo al sueño. Un consejo: conviene llevar, siempre que se pueda, un librito en el bolsillo para no perder el tiempo en las esperas a tardones y autobuses. El tiempo es oro y nada como la lectura para subsanar las pérdidas inevitables de éste.
Me pides en tu carta que te cite autores. No sabría, depende… Para mí, los estoicos siempre han sido un buen soporte para mi espíritu en los momentos bajos. Cuando quiero sacar esencia a la vida para bebérmela, procuro tener a mano a los vitalistas. En mis trances rebeldes echo mano de Camus, necesito su zarpazo. Y por supuesto, nada ni nadie como los novelistas rusos para los planteamientos grandilocuentes de las pasiones. Aunque algunos dirían que para novela, novela, la francesa. Adaptemos los autores a nuestras necesidades, a nuestros momentos. No pasaré por alto a los amantes de hechos pasados y les recomendaré la novela histórica, tan de moda en estos días y que tan de calle nos lleva a los escritores a la hora escribirla.
Siempre es preferible una buena lectura que entretenga, nos enseñe o que nos haga reflexionar, a ese otro tipo de basura que nos venden prometiéndonos, que si seguimos ciertos consejos tendremos el mundo a nuestros pies: “Cómo hacerse rico en una semana”. No te compres el libro, la respuesta es sencilla: soñando.
Me preguntas también en tu carta, qué es lo que estoy leyendo en estos momentos. Pues aparte de mis apuntes sobre Pompeya, estoy leyendo y repasando los clásicos de Grecia y Roma. Los hay muy divertidos, ya sé que tú no estás por la labor de leerlos y que te escudas en el empacho para no acercarte a ellos; pero deberías hacer un esfuerzo, merece la pena.
No sé si todo esto que te cuento te servirá para algo. No te puedo aconsejar un determinado tipo de lectura porque no sé lo que necesitas en este momento. Hay lecturas que sin darte cuenta hacen crecer tu interior, que te abren los ojos al mundo.
Me gusta Positano, su enclave; aunque pasear por este pueblo resulta una tortura, demasiadas escaleras y cuestas. Esta mañana he vuelto a presenciar el indescriptible espectáculo marino de este lugar. Un mar regio y bravo enarbolaba incansablemente sus olas espumosas contra las rocas, no se rendía, poco a poco se ha ido serenando hasta recobrar su oleaje manso y constante. Desde aquí puedo escucharlo, no ruge, está apaciguado; en esta calma mis pensamientos se abandonan a los sueños. Un bacio.De mi libro Cuore Ingrato (sin publicar).