Navidades 'feel good'

Publicado el 25 diciembre 2019 por Elpajaroverde
«Emma Woodhouse, bella, inteligente y rica, con una familia acomodada y un buen carácter, parecía reunir en su persona los mejores dones de la existencia; y había vivido cerca de veintiún años sin que casi nada la afligiera o la enojase.
Era la menor de las dos hijas de un padre muy cariñoso e indulgente y, como consecuencia de la boda de su hermana, desde muy joven había tenido que hacer de ama de casa. Hacía ya demasiado tiempo que su madre había muerto para que ella conservase algo más que un confuso recuerdo de sus caricias, y había ocupado su lugar una institutriz, mujer de gran corazón, que se había hecho querer casi como una madre.
La señorita Taylor había estado dieciséis años con la familia del señor Woodhouse, más como amiga que como institutriz, y muy encariñada con las dos hijas, pero sobre todo con Emma. La intimidad que había entre ellas era más de hermanas que de otra cosa. Aun antes de que la señorita Taylor cesara en sus funciones nominales de institutriz, la blandura de su carácter raras veces le permitía imponer una prohibición; y entonces, que hacía ya tiempo que había desparecido la sombra de su autoridad, habían seguido viviendo juntas como amigas, muy unidas la una a la otra, y Emma haciendo siempre lo que quería; teniendo en gran estima el criterio de la señorita Taylor, pero siguiéndose fundamentalmente por el suyo propio.
Lo cierto era que los verdaderos peligros de la situación de Emma eran, de una parte, que en todo podía hacer su voluntad, y de otra, que era propensa a tener una idea demasiado buena de sí misma; éstas eran las desventajas que amenazaban mezclarse con sus muchas cualidades. Sin embargo, por el momento el peligro era tan imperceptible que en modo alguno podían considerarse como inconvenientes suyos».
Así comienza Emma, una de las archiconocidas novelas de Jane Austen. Fue esta la primera obra de la ilustre escritora que leí hará, probablemente, algo más de diez años. Por aquel entonces no supe apreciar sus bondades. Me pareció una historia insulsa; su protagonista, una cotilla entrometida; y el resto de personajes, a excepción del todo perfección señor Knightley, una pandilla de ociosos. 
Tiempo después me animaría con la obra insignia de la autora, esto es, Orgullo y prejuicio, dándome así la oportunidad de reconciliarme con ella; oportunidad que, en esa ocasión, aproveché y disfruté al máximo.
La confirmación de esa reconciliación llegaría después con mis lecturas de Mansfield Park y Persuasión. Para entonces ya me movía a la perfección por los ambientes austenianos, ya había aprendido a contextualizar una obra literaria atendiendo a la época en la que ha sido escrita y ya estaba rendida a la introspección psicológica de personajes y a la exquisita ironía que acostumbra a regalarme esta autora.
Tenía, no obstante, una espinita clavada con Emma que me la estoy sacando actualmente. Porque el motivo de esta entrada en parte es contaros que estoy releyendo esta novela y que esta vez sí estoy disfrutando de lo lindo de los equívocos a los que la idea demasiado buena de sí misma que tiene la protagonista la llevarán.
No es la literatura afín a la que está ocupando estas líneas la que más se prodiga por este blog, pero la escritora inglesa tiene algo que a esta lectora que aquí escribe y que suele gustar de lecturas que la hacen asomarse a abismos y tambalearse por la cuerda floja le hace sentirse bien. Me es imposible negarlo: leo a Jane Austen con una sonrisa permanente en mi rostro y sus novelas me proporcionan horas de felicidad. Es esta una felicidad placentera, muy diferente a esa otra que en cierto modo me proporcionan mis lecturas más habituales pero de la que, muy de vez en cuando, también necesito.
Como literatura feel good se viene designando a esas lecturas que, como la propia traducción del término indica, hacen sentir bien a quienes las leen. Si bien supongo que, como todos los géneros, será una especie de cajón de sastre en cuanto a calidades, no es un tipo de literatura que me atraiga especialmente. Ahora bien, tengo mi particular feel good al que recurrir y con garantía indiscutible de calidad: las novelas de Jane Austen.
Este año para mí ha estado muy marcado por el ámbito laboral. En este sentido ha sido un año intenso que me ha provocado muchos altibajos emocionales pero del que obtengo un balance positivo. Llego a su fin agotada pero satisfecha, como cuando tras una carrera se llega por fin a meta aunque sabiendo que dicha meta es solo parada y no fin de carrera. Pero, de momento, aquí estoy, en pleno descanso psicológico y sintiendo que me merezco mimarme un poco; qué mejor forma de hacerlo que elegir como compañía en estas navidades una de mis lecturas feel good.
Termino ya contándoos la otra parte del motivo que me ha llevado a redactar esta entrada, que no es otro que el de desearos vuestras propias navidades feel good y por supuesto que no solo en lo literario. Me gustaría poder también vaticinaros muchos momentos feel good para ese año que ya está pidiendo permiso para entrar, pero no os descubro nada nuevo si os digo que 2020 será una historia que tendremos que escribir antes de que la podamos leer y contar.
Por aquí intentaré estar leyendo y contando.
Hasta el año que viene. Feel good.

Ilustración de Chris Hammond para el capítulo 43 (during de picnic at Box-Hill) de Emma