Hermosa, muy hermosa novela ésta de Benito Pérez Galdós titulada Nazarín (Alianza Editorial, Madrid, 1986). Y muchas son las cosas que de ella quisiera anotar. La primera, sus inequívocas conexiones con la historia de don Quijote. Sirvan como ejemplo tres frases (“Huía, sí, de un mundo y de una vida que no cuadraban a su espíritu”, p.70; “Érale forzoso partir para dar cumplimiento a su peregrina y santa idea”, p.90; “No por santo le han de soltar, sino por loco; que ahora priva mucho la razón de la sinrazón”, p.201) y el planteamiento general de su proyecto: salir al mundo llevando a cuestas su ideal, aunque los otros lo juzguen perturbado o anacrónico. También es muy clara la filiación cristiana de la obra, con “calcos” de la vida de Jesús (la escena del prendimiento es idéntica a la de Cristo, incluso con la “espada” de Ándara por medio). Lo que ocurre es que don Nazario no es, pese a las apariencias (a veces, plastosillas), un santo; y Benito Pérez Galdós se preocupa de hacerlo pecar de soberbia, al insultar a Ándara, juzgándola sin tener por qué hacerlo (“corrompida” y “tú no eres buena”, le dice en la página 74, por ejemplo), y haciéndole que falte a la caridad (cuando se ríe del enano Ujo, en la página 147). Es una novela sólida, llena de reflexiones, madura y atractiva. Creo que, aun habiendo leído ya bastantes obras de Galdós, lo leeré mucho más en el futuro, sobre todo para descubrirle lindezas estilísticas como las que consigue cuando habla de los “labios hemorroidales” de una mujer, o de las “dos alpargatas por orejas” que tiene un hombre. Grandioso el canario.
“Madrid, la ciudad (o villa) del sarcasmo y las mentiras maleantes”. “Llegará día en que sea tanto, tanto lo almacenado en las bibliotecas, que no habrá posibilidad material de guardarlo y sostenerlo”. “No tener ningún vicio, ninguno, lo que se dice ninguno, vicio también es”. “La soledad es una gran maestra para el alma”.