"No es este el momento de horrorizarnos. Es el momento para procesarlo; no implica que quienes hayan votado no sean personas a las que tenemos que comprender; un colectivo gigantesco de gente que no tuvo respuestas que atravesaba una crisis económica con una inflación del 140%".
Cristian Alarcón. Escritor, periodista y fundador de la revista Anfibia.
"La progresiva degeneración de la especie humana se percibe claramente en que cada vez nos engañan personas con menos talento".
"Los monstruos verdaderos nunca mueren; parece que sí, pero siempre están ahí, acechando, transformando sus ropajes para que no los reconozcan, buscando siempre volver, y volver indefinidamente. Y cuando los vemos, ya es tarde. Para ese entonces ya triunfaron nuevamente.
(...) Tan fácil la tuvieron esta vez que, ya en la recta final, el monstruo se mostró sin problemas, con toda su compañía negacionista, individualista, antiderechos y nada le hizo mella. Hasta a la sombra de Macri, y abrazado a Patricia Bullrich, su ciego séquito vociferaba contra la casta que tenía frente a sus ojos.
El monstruo ha vuelto".
"El escenario global y regional no permite hacerse la menor ilusión sobre
ninguna posible tregua en la ofensiva/tormenta del arriba contra los
abajos. El capital financiero y su acumulación por despojo, no hacen más
que intensificarse con más y más proyectos de muerte. Las guerras, la
depredación y la muerte ya no se divisan en el horizonte porque se han
convertido en la cotidianeidad de las niñas y niños de nuestros pueblos.
No tiene sentido seguir reclamando al Estado por educación, salud,
trabajo y vivienda porque ya no les importa. Sólo piensan en acumular
riqueza y poder. No sólo no nos necesitan para explotarnos en
inexistentes fábricas, sino que tampoco nos quieren como consumidores de
objetos de poco valor".
"La ultraderecha ganó porque fue votada masivamente por los sujetos que ella misma se apresta a descartar y que serán los primeros en padecerla: pibitos «marrones» y pobres, sectores bajos de las clases medias que perdieron todo suelo sólido bajo sus pies, gente «común» que está fuera de todo marco de contención; víctimas de un abanico de desigualdades: sociales, políticas y simbólicas; cuerpos explotados y disciplinados, cuerpos sin ilusión; porciones de las clases subalternas y oprimidas sin sentido de pertenencia comunitaria -una circunstancia que plantea un espacio de afinidad ente ellas y las clases dominantes-".
"Todo mi pueblo está enfermo y no existe el arma de la reflexión con la que uno se pueda defender (...) Y uno tras otro, cual rápido pájaro, puedes ver que se precipitan, con más fuerza que el fuego irresistible, hacia la costa del dios de las sombras..."Sófocles, Edipo rey.
"En tiempos de incertidumbre y desesperanza, es imprescindible gestar proyectos colectivos desde donde planificar la esperanza junto a otros".
Enrique Pichon-Rivière
Parece que ha perdido credibilidad el recurso al "mal menor". Los votantes argentinos del siglo XXI patearon el tablero: votaron masivamente al "mal peor". La figura de Victoria Villarruel, la vicepresidenta electa, es clave para definir el carácter de esa opción. Aquí vamos de nuevo a otro experimento social de previsible resultado desastroso, donde el neoliberalismo da paso a algo peor, en una etapa que se anuncia será mucho más salvaje, depredadora e inhumana.
El día que la democracia parió un fascista
La extrema derecha fascista capitalizó el voto bronca contra un gobierno que incumplió abiertamente sus promesas y aplicó duros planes de ajuste, empeorando la situación económica y social. El Presidente Caníbal, el hijo de la rabia, llegó gracias la incapacidad de la gestión de Alberto Fernández; una falta de renovación dirigencial en el peronismo que dejó, como mejor candidato posible, al ministro de Economía que se retirará después de casi un año y medio de gestión con una inflación del orden del 150%, una pobreza superior al 40% y un sentimiento generalizado de probable estallido. Si algo explica el fenómeno Milei ha sido su aptitud para expresar el enojo de un sector de la población que empatizó con el tipo que gritaba en la tele, que insultaba a un tal Keynes y rompía a palazos el Banco Central. De la mano de la rabia llegaban las propuestas: el cierre de la autoridad monetaria y la dolarización.
Su proyecto económico, derivado de una doctrina periférica como la escuela austriaca, no tiene traducciones prácticas en ningún otro lugar del mundo. Eso, sumado a las dudas legítimas sobre su temperamento, la falta de experiencia política y las condiciones apremiantes del país lo convierten en un caso de estudio en tiempo real. Por suerte su actual jefe resultó una persona que ha demostrado ser muy capaz para la destrucción: Macri es como el diablo metiendo la cola en todos lados. Y metiendo sus chetos CEOs en cada ministerio posible. La historia ya la vivimos y ya la conocemos.
La motosierra del Caníbal
"Si alguien asombra como vencedor de la jornada es, justamente, el expresidente (Macri), aunque desde cierto punto de vista no merecería tal bendición. Es casta de la más rancia, gobernó muy mal, duplicó la inflación y disparó la pobreza –indicador por el que pidió ser juzgado–, sobreendeudó al país por varias generaciones, trajo de regreso al Fondo Monetario Internacional (FMI), rompió Juntos por el Cambio, fracturó al PRO, saboteó a Horacio Rodríguez Larreta, socavó en el momento más delicado de la campaña a Patricia Bullrich y, con lo poco que le quedaba, ayudó a volcar el fiel de una balanza oxidada para gobernar a través de la derecha más rancia que se ha conocido en 40 años de democracia".
Pero la intervención amarilla no se limita a una incidencia sobre estrategias y cuadros técnicos. También incluye el programa.
Van a privatizar otra vez (¡otra vez!) los fondos previsionales, que va a desarmar la Anses y el PAMI. Derogarán la ley de alquileres. Recortarán la obra pública, ejecutarán la privatización de YPF y medios públicos, al tiempo que reprimirán la protesta social. Parafraseando al ministro menemista Roberto Dromi, el Presidente Caníbal postuló que "todo lo que pueda estar en las manos del sector privado, va a estar en las manos del sector privado". Nuestro país será un laboratorio fascista en el que una crueldad payasesca y la estupidez serán celebradas... el "Corran zurdos de mierda" se hará realidad. Todo, todo eso ya lo hemos vivido y conocemos los resultados ¿Qué puede salir mal?
Esta "libertad" amenaza
Ya vivimos todo esto pero ahora va a ser peor. Fue el triunfo de la desesperación y la revancha. Como señaló Alfredo Serano Mancilla, la crisis de representatividad le ganó al miedo y la inflación al debate. La bronca le ganó al miedo. Hace 40 años Alfonsín decía "con la democracia se come, se cura y se educa". Mientras más nos alejemos de esa promesa menos le podemos pedir a la gente que valore la democracia, y más cerca estaremos de los Milei. Y a la inversa.
A 40 años de recuperada la democracia, el país de las Madres y las Abuelas eligió vicepresidenta a Victoria Villarruel. No hay más que decir, salvo que se perdieron la oportunidad de hacerlo diputado a Sabag Montiel.
Es también un error creer que el 55% que puso la boleta violeta es negacionista de la dictadura o que espera el regreso de los Falcon verdes o de sus métodos.
Tampoco debe tener tanta aceptación el plan de desfinanciar la educación o la salud, o de romper relaciones diplomáticas con China, Brasil o el Vaticano. Ni hablar de venta de bebés, mercado de órganos, privatización de calles, libre portación de armas, y un estremecedor etcétera.
La política será de shock apenas asuma, y el Caníbal ya expresó que considera que bajar los niveles de inflación en la Argentina demandará, como mínimo, dos años... Dos años en condiciones extremas de ajuste y con inflación... ¿Qué puede salir mal?
Ya lo dijo Pedro Aznar...
En búsqueda de nuevos mitos
A las generaciones del siglo XXI se les presentó la oportunidad de vengarse de las generaciones remanentes del siglo XX, en buena medida responsables de esta crisis, y no la desaprovecharon. No se vengaron de los multimillonarios, sino de los sectores que apenas ocupan algún corte o escala superior. La potente narrativa "anti-casta" de la ultraderecha responsabilizó de todos los males a la dirigencia política y ofreció un cauce para vengarse también de ella. Poco importa la inconsistencia de esta narrativa. Poco importa que la misma oculte a los verdaderos opresores y cargue las tintas en las mediaciones políticas. Poco importa la insignificancia del gasto político en el gasto público total. Poco importa el baño de casta aportado por Macri y su coro patético. La “clase política”, en última instancia, no deja de remitir a unos planos secundarios. Pero las generaciones del siglo XXI solo pueden ver la desigualdad más a mano.
Las clases subalternas y oprimidas, de no mediar el desarrollo de una conciencia nacional-popular y de clase y sin la intercesión de identidades positivas autónomas y críticas gestadas al calor de procesos de lucha y organización, es decir: sin posibilidades de poner en tela de juicio las categorías del orden social hegemónico, usualmente toman contacto con el agente más visible de la humillación y no con quien la planifica. El agente más visible e inmediato. La otra desigualdad, la desigualdad "estructural", se ha tornado tan abismal y ha sido tan naturalizada que resulta prácticamente imperceptible. Ahora casi toda la sociedad está incluida en la vorágine de la degradación.
Una significativa porción de las y los votantes de Milei-Villarruel nos están diciendo: se acabarán los "privilegios" que tienen otras y otros, tales como trabajar o vivir del trabajo, comer más o menos bien, estudiar, jubilarse, ocasionalmente vacacionar, gozar de bienes y servicios básicos, acceder a los espacios públicos, etc. Se terminaron los objetivos colectivos como simulación y fachada que esmerilaron la confianza en los objetivos colectivos. Ahora nos toca a las hijas e hijos de la deshumanización imponer un sólo objetivo colectivo: nos hundimos todos y todas. ¡Disolución social para todos y todas! ¡Patria para nadie!
El repudio y el espanto justificado por lo que se avecina no debería desdibujarnos el rostro auténtico de quienes generaron esos sentimientos, de quienes contribuyeron a este envilecimiento e hicieron posible esta terrible configuración socio-cultural de Argentina, sobre todo en sus estratos subalternos y oprimidos.
Existen responsables directos y cómplices del proceso de deshumanización que creó a un payaso siniestro como Milei y que encumbró a un personaje marginal y defensor de genocidas como Villarruel y a una corte de personajes perversos y/o bufos.
Existen responsables directos y cómplices de la invisibilización de la lucha de clases y del deterioro de las subjetividades plebeyas-populares, del avance de la cultura represora y la política borderline, del desarme de la democracia, del cierre de toda salida rebelde (o por lo menos más o menos sensata sensible) a la crisis. Durante cuatro décadas, en nombre de “lo popular”, las clases dominantes y un conjunto de sectores social y políticamente conservadores se dedicaron a desdibujar las diferencias y a incrementar las desigualdades. Hubo pocos contrapesos para el plebeyismo impulsado desde arriba y aceptado y reproducido por diversas burocracias. No se ejerció una crítica a fondo a la “experiencia popular” sin experiencia popular.
Claro está, también hizo su trabajo de zapa la indiferencia de millones. La indiferencia de la ciudadanía "honesta" y "bienpensante", políticamente correcta, ideológicamente ecléctica. La indiferencia de quienes naturalizan las situaciones más aberrantes. La indiferencia de esas personas que no se percatan de que, en esta jungla, tener las necesidades básicas satisfechas las convierte en privilegiadas. La indiferencia de la militancia política estatal, gestionaria y asistencial. La indiferencia de la militancia ilustrada y prescriptiva que prioriza la fidelidad al dogma antes que a los sujetos concretos. La indiferencia de la militancia blindada que apela al análisis de clase solo para justificar su desapego al gris de las coyunturas y para ocultar (sin éxito) su incapacidad de trascender la democracia burguesa ocupando y tensionando los espacios que esta ofrece. La indiferencia de la militancia que se refugia en la legitimidad de las causas “identitarias” para escaparle a las responsabilidades políticas. La indiferencia de la militancia que se siente cómoda en las coordenadas del “todo o nada” propias del pensamiento bifásico.
En buena medida llegamos hasta aquí porque durante casi cincuenta años se fue conformando (con diferentes ritmos e intensidades) una sociedad a medida del mercado y se fueron deteriorando los imaginarios igualitarios. ¿Qué comportamientos políticos se pueden esperar de una sociedad financiarizada, fragmentada, endeudada y precarizada? Incluso las instituciones públicas (las más “autónomas” y “democráticas”) no han sido ajenas a este proceso. Ellas también, a su manera, se dedicaron a darle rostro al engendro ultraderechista. Lo fueron anticipando, “democráticamente”, sin motosierra. Erigieron una maquinaria política dedicada a metabolizar las frustraciones sociales, no a erradicarlas. Ahora se topan cara a cara con la criatura que engendraron y los invade un sentimiento de consternación.
Muchas de estas instituciones han estado comprometidas con prácticas y narrativas como el extractivismo, el emprendedurismo, los modelos gerenciales de la política, la “ciencia empresarial”, las micropolíticas neoliberales, la expansión de lo privado en desmedro de lo público y lo común, una concepción del espacio público como "excedente improductivo", la violencia institucional, etc. Se dedicaron a la contención del conflicto social y político y no a potenciar los entramados de la sociedad civil popular. Buscaron clausurar la deliberación y el disenso apelando de múltiples vías. Promovieron una política que fagocitó lo político. Acumularon deudas e injusticias que ayudaron al triunfo de los verdugos. El Estado, descaradamente clasista, violento hacia abajo, le simplificó “los trámites” a las clases dominantes y a los poderes fácticos y se los complicó demasiado a las clases subalternas y oprimidas. Tanto se los complicó que les distorsionó la mirada y ahora estas no son capaces de reconocer las porciones del Estado que les son indispensables, favorables e incluso propias.
Debemos militar para desmitificar el poder de los dominadores, de los mercenarios, de los perpetradores de distopías, de las y los que ahora vienen a destruir lo que nos queda de Nación, a quitarnos la soberanía residual, a liberar genocidas. El que se queda quieto pierde: se avecinan días muy complicados. Días de resistencia. De nosotros dependerá que sean constructivos de lo radicalmente y verdaderamente nuevo, y que además sean épicos y místicos.